Amigas, amigas, ha llegado ese punto en que ya no me molesta que me llamen señora. Porque, aparte de que, asumámoslo, lo soy, el mero hecho de tener las prioridades claras vale los #50ytantos y todo lo que ello conlleva.
Estoy en ese punto en el que el confort, la paciencia y la tolerancia se han convertido en bienes escasos. Así que, aquí van cinco pruebas irrefutables de que me he hecho una señora con toda la barba.
Te dejo que marques dos y te hagas la despistada como si no fuera contigo. Pero de tres en adelante, te espero en el bar de la esquina para un copazo. Y si le das OK a las cinco, la ronda la pago yo.
Dicho queda. Voy a pedir que junten dos mesas que me da que os venís unas cuantas.
ME PONE MUY NERVIOSA TENER QUE HACER COLA.
Pocas cosas ponen más a prueba mi paciencia que una cola. Me hace cuestionar el sentido de la vida, la organización social y si realmente necesito lo que estoy esperando comprar.
¿Necesito comer hoy? ¿Y si fuera el momento de empezar el ayuno intermitente? ¿Por qué avanza tan lento? ¿Por qué siempre hay un ninja que se cuela? ¿Por qué justo ahora la persona delante decide pagar con céntimos y reflexionar sobre su existencia?
Estas y unas cincuenta preguntas más van cayendo en mi cabeza, cual fichas de dominó.
A veces pienso en llevar una silla plegable o contratar a alguien para que haga las colas por mí. Y entonces, la persona que ya parece que va a acabar, (spoiler: pero-que-aún-no), me mira y me sonríe con un “ya casi estoy”. La miro e intento esbozar una sonrisa, pero me doy cuenta claramente de que debo parecer el hermano gemelo del Joker. Apaga. No va a colar.
HACER YOGA ME ESTRESA
Dicen que el yoga es paz y equilibrio. A mí me conecta con el estrés. Que si respira, que si estira, que si toca la punta del pie (¿Perdón?).
Mi punta del pie queda a cinco kilómetros de mi persona, no podría tocarla a no ser que fuera parte del elenco contorsionista del Circo del Sol, cosa que ahora mismo no me está pareciendo una prioridad.
Sólo me falta mi mente preguntando: ¿para qué te metiste en esto? ¿Y falta mucho para que se acabe? Y aún me pongo más nerviosa.
Cuando por fin llega la relajación, pienso: “Vale, esto sí lo puedo hacer”. Y justo cuando empiezo a disfrutar… ¡Ding! Se acabó la sesión. Namasté y hasta la próxima tortura.
¿La próxima? ¡Ja! La próxima me pilla sentada en un tren camino de Sebastopol. Palabrita. A mí ya me han visto bastante. Pienso quemar las mallas y todo.
EL RUIDO ME MOLESTA MÁS QUE NUNCA
Un restaurante con música alta, alguien hablando a gritos en el móvil, la moto que pasa rugiendo como si estuviera en una carrera de MotoGP…
Antes lo ignoraba, por lo visto mi mente lo debía procesar de diferente manera. Ahora, mi umbral de tolerancia está al nivel de una abuelita con un bastón, dispuesta a pegarle a alguien. No sé si me he vuelto rara, pero ahora mismo mi paz mental vale más que un reggaetón a todo volumen.
Si no puedo oír ni mis propios pensamientos, ¿cómo voy a planear mi venganza contra la persona que está viendo vídeos sin auriculares en el metro? De las videollamadas en directo, ni hablamos…
EL ENTUSIASMO AJENO A PRIMERA HORA ME SUPERA
¡Ojo! Cuidado, que para entusiasta de la vida, ¡YO! Pero no a las 7 a.m. y no sin café. Por favor, un mínimo de respeto si no queremos desencadenar una tragedia.
Esa gente que empieza el día con un “¡Buenos días!” energético, sonrisas y un tono de presentador de televisión ¡a esas horas de la mañana! Esa es gente peligrosa.
Aún no ha salido el sol, aún no he procesado que estoy viva, aún no recuerdo ni qué debo hacer hoy… ¡No estoy preparada para escuchar la historia completa de cómo tu gato aprendió a abrir puertas!
A esas horas, solo tengo dos estados:
- “Dame café y luego hablamos”
- “No me hables y todo irá bien”.
Por favor, no arriesgues.

VIVA EL TARDEO
Amigas, admitámoslo, hemos cruzado esa línea sutil entre la juventud despreocupada y la adultez que busca el máximo confort en cada decisión.
Ahora no me verás a las 3 a.m. en ningún otro lugar que no sea mi cama. Eso sí, me puedes encontrar a las 5 p.m., copa en mano, disfrutando del sol y de una charla sin prisas: The REAL tardeo.
Actualmente mi medidor de planes se activa en función de cuántas horas de sueño me van a robar y cuántas risas voy a echar. Y en función de como salga la ecuación veo salida o veo Netflix y ¡oye! Sin despeinarme.
Y así, amigas, hemos cruzado al lado luminoso de la vida adulta. Confesad ¿3? ¿5?
No importa. ¡Os espero para celebrarlo! Besazos de Jones.
#YoNoSoyGente #Ytútampoco





