01.03.21 Una sardina, dos sardinas, tres sardinas y ¡un gato!

Vengo del gym. He ido a la hora de los jubilados o de los Esplais de niños, según se mire. A las cinco de la tarde, cómo las corridas de toros. Aunque servidora ha ido más bien a torearse una pelota de pilates. Por las agujetas que me he traído, ya os digo yo, que las orejas no me las hubieran dado. Del rabo, ni hablamos.

¡Tres veces me he caído de la pelota! Esto tiene un plus de peligrosidad…

El caso es que estaban los niños del casal/Esplai cantando a grito pelado una cancioncilla alegre y repetitiva que me ha venido cuál bala-dardo al corazón. Y me ha traído de vuelta esas épocas de autocar, de canturreo banal, de felicidad en ruedas.

¿Os acordáis de las excursiones en autocar?

Vamos que la vergüenza que me daba a mi cantar el “una sardina, dos sardinas, tres sardinas y uuuun gato” en el autocar no era ni medio normal. Pensaba yo, por aquel entonces, que se iba a dar cuenta todo el mundo de que mis cuerdas vocales eran más bien mediocres tirando a chungas.

Pero ¡que va! La gente no está por esos menesteres. La gente, todos, estamos mayoritariamente “solo por lo nuestro”.

Por eso cuando a veces mi amiga me dice “No me pongo falda que tengo las rodillas muy feas” siempre le digo “No te preocupes. A nadie le importan tus rodillas. Solo a tí. Así que ponte falda si te apetece”. A mi siempre me califican como amiga “maja pero sincera”. Ja. 

¡Bieeen! ¡Nos vamos de excursión!

Ir en autocar siempre tiene cierta magia. Es como un gran hermano, pero con ruedas

De pequeña, era una fiesta ir de excursión a cualquier granja o similar y sentarte con tu amiguita en el asiento.

Sacar la bolsa del almuerzo y comerte el sandwich esquivando la mirada de la profe. Eso si no se chivaba alguna compi: “Profe, profe, usted ha dicho que no se puede comer en el autocar y ellas están comiendo”.

Estas eran futuribles viejas del visillo.

Y era un subidón cuando tenía 14 años e íbamos de excursión a ver una central nuclear. Todo nos parecía interesante por aquel entonces. Siempre nos queríamos poner en los asientos de atrás. Los que estaban todos juntos: para ser más peña. Para armar jarana.

Como me gusta esa palabra.

JARANA mola. Es fiesta sin desmadre. Podría ser incluso sin alcohol. Es fiesta sana.

¡Va, tíos! ¡Todos al final! ¡Que hoy hay jarana!

Fue divertidísimo hacer la Ruta 66 en autocar. Cada parada. Cada gasolinera. Cada motel. Cada cerveza. Muerticos subíamos al autocar. Que a mi la voz del guía solo me servía como ruido de fondo para conciliar el sueño.

La de paisaje que me perdí… ¡seguro! Y la de cervezas que gane ¡segurísimo!

E incluso no hace tanto, quizás cinco años, una excursión a Chichen Itzá en México el día de Nochebuena. Fiesta. Rancheras. Y el tequila saltando de asiento en asiento. Y a ratos cantábamos “La marimorena” y a ratos el “No tengo trono ni reina, ni nadie que me comprenda, pero sigo siendo el rey…”. Wow. Lo pienso y me salta la lagrimita.

Cómo me recuerdo a mí misma en aquel autocar.

El coche no es lo mismo, porque solo van cuatro personas. Y en un tren este festival ni se presupone. El autocar… ¡es cómo una fiesta de amigos!.

Oye…¿y una despedida de soltera en un autocar dando vueltas? Lo veo. lo veo.

¡Dé otra vuelta, jefe! ¡Que aún queda champagne!

Cuando se pueda ¡me planto un viaje en autocar! Así sea a Cuenca. Y que se preparen los compañeros ¡que igual hasta me arranco a cantar!. Total, vergüenza ya no me queda.

Bueno, recojo la melancolía y voy al lío.

Que aún tengo que hacer hipopresivos on-line y ver la telenovela turca.

Así estamos (sniff, suspiro!)

26.02.21 Lentillas, altramuces y otras cotidianidades.

Compañeras, compañeras… ¡no os preocupéis por mí! No estaba muerta estaba estudiando…

Por eso esta semana, estaba Jones inusualmente callada. A ver, que tampoco os habéis perdido nada. Lo más emocionante que me ha pasado esta semana es que me he calzado dos lentillas en el mismo ojo.

Se puede ser pava y luego estoy yo que soy pava VIP y con carné.

El caso es que me he puesto las lentillas esta mañana y la izquierda me rascaba un poco. He pensado: quítate las dos, las enjuagas y te las pones otra vez.

Me he metido el dedo en el ojo derecho, he rascado un poco y me he hecho polvo la niña, la Pinta y la Santa maría ¡allí no había lentilla alguna! Y digo yo: ¿se me habrá caído? Pero no.

He metido el dedo en el ojo izquierdo y allí una encima de otra cual si estuvieran copulando estaban mis dos lentillas. De verdad, que estas cosas solo me pasan mí. Bueno y si le ha pasado a alguien más que lo diga por aquí, por favor, que la tontuna compartida, es menos tontuna.

Pero, ¿qué  hacéis las dos juntas?

También esta semana he hecho un revival y he vuelto a los altramuces. Que en mi época se llamaban “chochos”. Ala. Ya lo he dicho. Ayss, es que yo soy muy Mayra Gómez Kemp. Vamos, de decirlo todo por su nombre, si vaca, vaca y si apartamento en Torremolinos, pues eso, apartamento en Torremolinos.

El caso es que fui a casa de una amiga y me dijo: “¿te pongo algo de picar con el vermut?”

Y le dije: “Mira sí, para picar ponme un pico y te voy haciendo un agujero en tu jardín para los cerezos, que yo me engordo hasta con las olivas borrachas que trae el Martini”.

Me miró, suspiró y con cara de #tevoyasalvarlavida y #túaúnnolosabes me contestó: “Calla, calla. Altramuces. Que no engordan, entretienen y tienen fibra”. Ostras. Que descubrimiento.

Seis botes he comprado. En casa somos así, de intensidad alta y despensa llena. Con deciros que hace un par de semanas que meriendo espárragos y no me da la calculadora para contar los botes que me ha comprado el sargento. Yo no se porqué en cuestión de comida tenemos el modo #supervivencia activado cual si hubiéramos pasado una guerra.

Altramuces-chochos ¡Olé ese aperitivo sano y light!

Uysss, ¡perdonad! Que me dejaba de contaros lo más emocionante ¡que he perdido un kilo! ¡Ya! Que diréis vosotras ¡tanta emoción por un kilo! Ya bueno es que hasta la fecha todo lo que perdía era la moral que cada vez que me subía a la báscula aquello siempre sumaba.

De pronto ver ese amago que hacen los números electrónicos en plan 62.9 – 63 – 62.9 – 63 ¡casi lloro! Que acabé enero con 65. Me veía varada en la orilla este verano y expulsando agua por el lomo cual ballena, que ahora que lo pienso mal no me iría con la retención de líquidos que estoy haciendo.

¿Soy la única que según lo que peses subiendo un pie ya no pones el otro?

Si habéis llegado al final de este trepidante texto, ya veis que vivo #LaVidaAlLímite.

Os deseo buen fin de semana y me abandono en brazos de Netflix, aunque me parece a mi que Morfeo se me va a llevar antes.

Besazos y hasta el lunes.

22.02.21 YONQUI DEL CURSILLISMO

Buenas noches compañeras.

Después de otro fin de semana de desenfreno loco entre sofá, Netflix y cumpleaños familiares, en el que lo más emocionante ha sido volver a catar las croquetas de mi suegra, aquí estoy de vuelta a la rutina.

Bueno, a una nueva rutina que me he hecho como quien se esculpe una vida a base de escarpa y pico. He empezado hoy un curso largo y tres cortitos, amén de dos que tengo por acabar, una conferencia diaria y acabo con una meditación de quince minutos para asentar todos los conocimientos adquiridos o que se han pasado un rato por el coco. De hecho, la meditación se llama ALIVIO, porque es un ídem.

Me he apuntado a otro cursillo. Yeaaaah!

Me estoy apuntando a todo lo apuntable. Me he vuelto una yonqui del cursillismo y me estoy metiendo en vena conocimiento y aprendizaje con jeringuilla de las grandes. Jarabe de podcast y unas píldoras de charletas apañadas. Y mucho gurú para el cuerpo, a ver si me cala algún mensaje y se hace la luz, aunque no haya túnel. Que esto dañino no puede ser…

Como mucho será como un ibuprofeno, que a veces te lo tomas y no pasa nada.

Dice un amigo mío que cuando trabajo siempre voy estresada porque quiero hacer muchas cosas y que cuando no trabajo voy estresada también porque quiero hacer todo aquello que sé que no podré hacer cuando trabaje. Es decir, tranquilita nunca.

Pues en ese punto estoy, una vez metabolizado el ERTE y asumido el remordimiento por no estar en activo right now, me he puesto a estudiar como si no hubiera un mañana. Que como esto se alargue un poco más me sacó carrera y dos idiomas.

Pues sí…me lo tomé en serio ¡y mira!

Y es que las #intensitas somos así. O todo o nada. O me quedo en el sofá mirándome un pie o se me caen los ojos de estudiar online pantalla mediante. Esto de no tener nunca término medio es muy agotador.

Lo sé, que también podría sentarme en el sofá a leer un rato. O empezar a ver los Bridgerton como está haciendo todo hijo de vecino. Pues no queridas…aquí ando hincando codos.

¡Llamad a los bomberos porque estoy ON FIRE! Y a ver si viene alguien del cuerpo digno de quemar los apuntes.

¿Dónde ésta ese fuego?

Os dejo ¡que me toca el ALIVIO! ¿Yo meditando? Como diría mi abuela: ¡PERDIDICA ESTÁS!

19.02.21 Enajenaciones Ochento-noventeras

Aysss, madre, ¡cómo están las cabezas! ¡Todas con ganas de fiesta! Que ayer me inventé en Instagram una Fiesta Revival de los 90s y si hubiera sido física reventamos la sala a codazos de la gente que allí había.

Convertida en DJ empecé a pinchar temazos mientras se me iban los pies. Y lo mejor fué buscar los videoclips para poner un trocito de cada. Mother of God. Que pintas. Que trajes. Que pelos. Que horteridad en vena.

Y eso que yo tuve una adolescencia muuuuy difícil y pasé por todos los estilos, incluyendo los muy horteras.

Así, como para estrenarme, a los 14 me dió por vestirme a lo Madonna. Es decir, 37 pulseras en cada brazo y blonda al peso. Lo que vendría siendo ir todo el año en modo árbol de Navidad: recargadita hasta decir basta. De todo menos sencilla. ¿Desapercibida? No, gracias. Mi madre me llamaba Doña Quincalla. No digo más.

Tranqui, que ésta quincalla no pesa nada…

Luego llego la época “New way” y me hice adepta. Crestas, leggins, botas militares, abrigos largos y raso, mucho raso. Kilos de raso. Con lo que cuesta de planchar el muy jodio, pues parece que no me importaba en aquella época.

El pelo crepado nivel botella y media de laca por peinado, que a veces pienso que el agujero en la capa de ozono lo hice yo solita. La de peines que rompí. Bueno, lo llamábamos “cardado” y mi abuela solía decirme: “Parece que llevas un nido ahí arriba”. Nido no sé, pero pájaros en la cabeza: ¡unos cuantos!

Mamá, se me ha vuelto a acabar la laca. ¿Muy pintada? No, que va.

Y un buen día dije: me voy a rapar el pelo. Mi madre se echó las manos a la cabeza en plan: “No lo hagaaaaas”. Pero yo, a lo Britney Kamikaze me lo deje al cero y medio. Estaba fea no, lo siguiente.

Cuando llegué a mi casa y ví la magnitud de la tragedia, lloré un mar hasta caer dormida. Tenía la esperanza de que al despertar todo hubiera sido un sueño. Pero como no fue así, pues decidí hacerme PUNK para disimular. Mucho mejor eso que explicar que en un arrebato la había cagado nivel X-trem.

Cuando se te va la cabeza…bueno más bien el pelo de la cabeza…

Pasé años sin cortarme el pelo, pero como no podía estarme quietecita, cuando ya tenía una melena crecida, me hice la permanente. Me convertí en el hermano moreno y poco favorecido de Bon Jovi.

Y aquellos rizos iban para meses. Así que me compré un par de camisetas de AC/DC y unas bambas John Smith y ¡ala! A petarlo como heavy metal. Cuidado que yo me lo tomo muy en serio y hasta estuve intentando que me gustara Barón Rojo. Por buscar algún heavy nacional. Pero aquello era muy duro. Mucho berrido. Pasando.

Uysss, madre ¡lo que berrea ésta gente! paso, paso. 

Luego me hice “pija”. Mi época más tonta. Pantalones de florecitas. Jerséis combinados con mocasines. Parkas. Bolsos bonitos. Vamos, una enajenación como un piano. Menos mal que me duro poco porque seguro que no daba el pego ni de broma.

Imaginaros a mi madre, que debía pensar que a cada rato le cambiaban la hija en el colegio y le llegaba una extraña a casa.

Hija ¿eres tú? ¿Y esa ropa?

De algunas épocas ni tengo fotos. Imagino que yo misma pensé “mejor no dejar pruebas de esto. Siempre podrás negarlo todo”.

Nunca más he vuelto a cortarme el pelo corto. Es más, si a veces me da la neura, le pregunto a mi madre. Y ella sin pestañear me contesta: “Alicia, el pelo corto es para las guapas”. Pues nada…

Buenas noches, aquí la Pantoja.