Buenas, buenas,
Aquí de nuevo, Jones. Me había tomado un lapsus-pausa-descanso-vacaciones que ya ni me acordaba yo de las florituras que solía escribir por estos lares.
Hasta que el viaje de mi vida, bueno, de este año, bueno de Julio me ha despertado las ganas de volver a teclear…
¡Vamos que nos vamos!
Os confieso, que, de un tiempo a esta parte, desde que escucho a Marian Rojas (psicóloga que os recomiendo), me siento mucho mejor conmigo misma.
Ella dice: “Lo que aceptas, alivia”.
Pues eso, que yo acepto que soy un alma nómada, una viajera incansable, una esquiva-casas, una pisa-aeropuertos y ya, oye, me siento yo muy muy aliviada. Bueno, también soy una vacía- cuentas corrientes, pero ya si eso lo hablamos otro día.
Hablemos hoy de meterse 13 horas entre pecho y espalda en un Airbus 320. Como diría Miguel Hernández…
No tengo ya estos huesos hechos a estos asientos
ni a las cavilaciones estos checkings:
azafata que vas, turbulencia que vienes.
O era algo así ¿no?
El caso es que con la ilusión por bandera es capaz una de subirse una hasta en un borriquito. Así que allí estábamos el Sargento y yo, con una intimidad extrema y el espacio personal aniquilado en dos mini asientos con el corazón encogido y las rodillas más.
No te importa si me apoyo un poco, ¿verdad? Si no voy a dormir…
La historia es que hacía bastantes años que no cruzaba el charco y me pillo el tema desentrenada. Con deciros que a la pregunta de la azafata:
- ¿pollo o pasta para cenar?
Dije pasta. Cuando todos sabemos que la pasta en los aviones no solo no va a estar ‘al dente’ sino que es posible que se haya hecho “pasteta”. Por supuesto, la Ley de Murphy aplicó y el pollo estaba infinitamente mejor. Estoy especializada en coger la opción chunga del momento. Soy la mejor en eso.
En fin, que a mí me gusta llevar comida en los aviones, no porque la disfrute sino por lo que me entretiene. Desenvolver, colocar, sacar los cubiertos, organizar todo en la bandejita…
¡Venga, Jones! ¡Que tampoco están tan mal los spaguettis!
De hecho, tanto registrar lo que subes a bordo, y el panecillo que nos sirvieron, podía haber sido un alma arrojadiza que lanzado con cierta potencia rompiera algún cráneo. De la ensaladilla rusa, ni mención, esa mahonesa te gritaba indigestión desde su potecito.
El caso es que volábamos de día, que es una jodienda. Porque mira si tu subes al avión después de haber echado el día en algún sitio, está tu cuerpo que ni película necesitas.
Pero claro saliendo a las dos de la tarde, iba yo con los ojos cómo un búho. Que me pedí una botellita de vino y aun así me tragué entera “Troya”, ¡que dura tres horas.! Por cierto, que o yo de pronto estoy muy erudita o la película me pareció entre un poco y muy simple. Ni Brad Pitt me alegró el vuelo.
No acabé yo de ver a Brad Pitt muy por la labor en TROYA.
El caso es que al final decidí tirar de pastillazo y conseguí despertarme a la hora del “muffin” que como además sirven té, pues le daba cierta clase British al asunto y lo glamurizaba un poco.
Llega un momento que, tirando de imaginación (bueno o de segunda botella de vino) consigo evadirme de que estoy en un avión, pero entonces… amenizando el camino unas poquitas de turbulencias aquí, otras allí.
Y en esos momentos me siento muy muy frágil y me doy cuenta que mi vida está ‘en el aire’ y nunca mejor dicho. Y como dirían los cubanos “se me va el coraje al piso”.
Acepta y alivia: Eres cobarde Jones. No pasa nada.
Aysss, madre, ¿porqué siempre tocan unas pocas turbulencias?
Menos mal que, estaba ya cogiendo la postura 657 intentando que no me dolieran las rodillas, la espalda, los codos o las pestañas, cuando el comandante empieza a anunciar el aterrizaje y a mí me empieza a perrear el ojo izquierdo de la emoción.
Los Ángeles. América. The Dream. Y yo estaba a un tren de aterrizaje de pisar tierra.
Y en ese momento vuelven las mariposas al estómago (vale la pasta no me sentó bien, pero dicho así pierde romanticismo), te pones el cansancio por montera y recorres el pasillo que te separa de inmigración y sus dos horas de inevitable cola.
Suma y sigue después de 13 horas de vuelo ¡vendrá ahora de un par de horas!
Que si vienes a matar al presidente, que si te has traído unas droguitas, que no serás terrorista ¿verdad? Vamos, esas preguntas tan normales que se suelen hacer a la llegada y que te dejan el cerebro todo loco.
Pero tu resistes y por fin…
Sales. Estás en Los Ángeles.
Tú. Tú que siempre habías querido una estrella. Ya te ves…
Continuará.
#YoNoSoyGente #YtúTampoco
Llegar a Los Ángeles compensa esas 13 horas de vuelo y todos sus inconvenientes. Deseando que nos sigas contando!
Tú lo sabes, que lo has hecho antes que yo. Una vez estás allí compensa con creces pero hija-de-mi-vida en 13 horas te da para hacer un curso de contorsionismo en tu asiento. 🙂
No parece muy divertido el viaje, pero ya lo debías saber, dado que esta es vuestra segunda experiencia…a pesar de todo, creo que fue un viaje irrepetible, mágico y con boda incluida… FELICIDADES ❤️❤️❤️…por muchos más!!!
Aysss Inma! Es que yo lo del avión cada vez lo llevo peor. Es el precio que hay que pagar, pero…¿y unos centímetros más de anchura? jajaja.
Me partooo yo también estoy muy fan con la estape y hay cosas que hay que aceptar aunque yo prefiero vuelo que calorazo 🥵