No hay como volver a un lugar que permanece igual para ver lo que una ha cambiado.
No hay como caminar suelta y despreocupada para ver lo encorsetada que se va por la vida.
No hay como dejar de mirar el reloj para darse cuenta de lo mucho que va una siempre ‘en hora’.
Eso es Carboneras. Eso y mucho más.
El único lugar donde servidora se relaja. El único lugar donde soy capaz de sacarme la última capa de la cebolla.
La vida es sencilla. Te levantas entre temprano y tempranísimo para ver ese espectáculo maravilloso al que, en el día a día, no le damos ninguna importancia: ver aparecer el astro sol. A mí eso me da la vida y más los días que echo el biquini en el bolso y me meto en el agua con los primeros rayos. Aquí paz y después gloria y más después tinto de verano.
Señoras y señores, con todos ustedes: Este pedazo de amanecer. Yeah!
Lo del tinto de verano es un misterio nivel agujeros negros. Yo compro tinto en el Mercadona de enfrente de mi casa y en la nevera está hasta que caduca.
A mí el tinto solo me sabe bien cuando llego a la Playa de Los Muertos después de bajar dos kilómetros por un acantilado empedrado y con riesgo de resbalón. Me despeloto, me siento en la orilla y el primer trago es simplemente inconmensurable. Tal cual te lo digo. Gloria bendita. Forget Möet Chandon. Esa playa pide tinto en vena.
¡Dame tinto rico en vena!
Y este año que he bajado con la pierna renqueante porque se me ha puesto una rodilla rebelde, aún me ha sabido más a premio. Llegar y clavar el parasol me ha parecido poco menos que poner la bandera en Marte: épico.
Yo en realidad no voy a la playa, me instalo. Dos parasoles, dos hamacas, la nevera bien de latas, bocadillos, ensaladas, ganchitos, galletas, olivas. Dime que te apetece, porque lo tengo. Me he quedado este año, a tres paquetes de patatas de montar un chiringuito y sacar cuatro duros. ¡Ojo! ¡Ojo! Que veo business. Para el año que viene, me organizo.
Eso sí, una vez instalada: ¡no me falta detalle!
Y luego a darte al relax padre. A lo que se viene conociendo como vacaciones de verdad. Nada de monumentos, museos, cultura. Ná. Desculturizada y bien salada me tumbo sobre las piedritas a lo que sea que venga: ahora siesta, ahora libro, ahora cabezada, ahora otro tinto. A verlas venir, las horas digo. Las que te vuelan siempre, aquí se saborean.
Para una persona como yo, que tiene interiorizada la productividad 100% a cada minuto de su vida, estar una semana improductiva roza el milagro. Hay veces que me enajeno tanto que me olvido que soy yo. Y es que no soy la de siempre: “soy yo descansando”. Sé que los hiperactivos me están entendiendo.
¡Oooops! ¡Se viene cabezadita!
Lo de irse de la playa ya es arena de otro costal. Yo no me voy. A mi hay que echarme. No veo el momento, mira tú. El agua cristalina, los pececicos, las olazas salpicándome, esa espuma que hace cosquillitas. Vamos que me das un cubo y te hago un castillo.
La tarde se sucede entre gestos del Sargento señalando el reloj y yo poniendo las manos en modo suplica desde la playa. Al final, cae el sol, tengo los dedos con calambres de arrugados que están y las costillas rotas de hacer la croqueta por la orilla. Y acepto retirada.
Sí, compañeras. Yo en la playa tengo muy pero que muy poco glam.
¡Cinco minutos más! Que estoy aquí con las olas…
Las tardes o lo que queda de ellas, una vez vuelvo a estar en el pueblo son para cafeses, helados y tiendeo variado. En esos momentos, en que te das cuenta que la decisión más importante de la tarde es decidir dónde cenas, sabes que tu vida está bien.
Unas piruletas de gambas, unos pescaditos, un poco de ensalada para hacer ver que eres una tía healthy y a abrazar almohada. En realidad, yo cada noche le digo al Sargento: “Después de cenar hacemos una copa”.
Pero claro después de cenar me sobreviene el cansancio máximo de persona que ha estado dos horas rompiendo olas y ha caminado acantilado abajo, acantilado arriba como quien va en busca de Esparta y claro: los ojos se me cierran dando palmas.
Sí, sí, molaría hacer una copa…

Y ya en el hotel, ese sueño dulce. Fresco. Despreocupado.
¿Cómo no voy a querer ir cada verano?
Ya queda menos para el próximo año: 365 días.
Uyss! ¡No! 364! Que hoy ya casi está el día rematado y no cuenta 🙂 .
A ver cuánto me dura la paz.
Besicos tranquilos de Jones.
#YoNoSoyGente #YTúTampoco
Pensaba que tenías casa en carboneras , que crack