28.05.21 La pringada del patio

Si queridas mías, aquí la Súper Jones fue una vez “la pringada del patio”.

Y es que no hay nada peor que llevar un chándal gris con rayas rojas. Bueno si, que ese chándal tenga los puños de las muñequeras y de los tobillos en rojo. Odiaba ese chándal, parecía un pijama. Era muy feo.

Súmale llevar una coleta repeinada con niveles de colonia estremecedores y un flequillo a lo Nicki Minaj tapando los ojos, pero con mucha menos gracia.

El acabose. El puto patito feo.

Sí, sí, ¡reiros! Pero yo voy a ser Súper Jones…

En los recreos solíamos jugar al mate con una pelota naranja que pesaba dos toneladas.  Por supuesto nadie me quería en su equipo porque no paraba ni una.

Excepto un día. Aún lo recuerdo. Alguien lanzo la pelota con una fuerza descomunal y esa si la paré. Con el pectoral. A la brava. ¡Que ostión madre!

Sin oxígeno que me quedé. Recuerdo pensar “¿qué ha pasado?”.  Para una vez que mis compañeras me aplaudían, voy yo y me quedo sin habla. De primero de pringada.

Yo entrenándome en casa para jugar al mate.

O como cuando jugábamos a “churro-media manga-mangotero”. Y entre la posibilidad de que me saltaran en todas las lumbares o deslomar a alguien, que tampoco, porque una era ya muy mirada, prefería hacer de “madre”. Esa figura insulsa que aguantaba la cabeza del primero y las embestidas de todos. De segundo de pringada.

Los meses pasaban mientras yo hacía los deberes y ejercicios con el cabrito de Sergio Sánchez. Si señoras, en la escuela, por aquel entonces, vivías esposada a tu compañero de antes y después de tu apellido.

Y si te caía mal, pues, aguantando que es gerundio. ¡Oye! ¡mala suerte!¡pues haberte llamado Martínez!

Mientras, aprendías a esquivar los borradores que lanzaba el profe desde la tarima. Porque si, compañeras, yo me sentaba en la última fila y el borrador llegaba con una velocidad interesantemente atontadora como te diera.  

Llego Semana Santa de mi último curso de EGB y me decidí a comprarme mi primer tejano y un jersey de color verde neón con unos dibujitos estilo Miró. Todo muy abstracto, como mis intenciones por esas fechas.

Más tarde encontré unes bambas del mismo verde neón, que puede pareceros obvio ahora, pero antes no había chinos, así que semejante hallazgo era como haber encontrado la tumba de Nefertiti.

Así que el combo neón jersey-neón zapatillas fue mi despertar a la pubertad. De niña a mujer en verde chillón.

¡Ojo! ¡Cuidado! Que aún puedo visualizar el conjunto de marras.

Feel the neon power!

Después de aquel jersey ya nada fue igual. Al mes me vino la regla. Me salieron tetas (pocas) y me depile por primera vez las piernas hasta arriba (aquella maldita manía de antes de depilarse solo hasta la rodilla).

Y la regla trajo consigo justo eso, un carácter en toda regla. Una rebeldía del quince y una autoestima a prueba de tontadas adolescentes.

Supe enseguida que no quería volver a ser la pringada, así en general, de nada en la vida. Ni volver a recibir balonazos de nadie, ni tener que suportar a ningún Sánchez y mucho menos ¡llevar chándales feos!.

Eso sí, la afición por el verde neón, me ha quedado.

Bueno, al menos es una secuela inofensiva.

Pringada never more in the life. #Hedicho

2 thoughts on “28.05.21 La pringada del patio

  1. Jaaaa me suscribo, también tenía el conjunto neón , mini falda de pana y Jersey fosforito, y X supuesto mi maltrecha espalda es consecuencia del jueguecito destroza espadas que yo no era madre precisamente omg!

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