Ays que alegría, que alboroto. Mascarilla fuera, pista y jeto a la vista.
Con lo bien que me iba a mí para esconder la incipiente papada de #señorafeten y los pelos de la barba que me había dejado de arrancar con las pinzas.
Vuelven los alientos devastadores, los besos con tufillo a ajo, los bostezos a vista de todos y las muecas que denotan nuestro estado de ánimo.
Ha sido tanto tiempo que nos ha dado para pensar que cosas si y que cosas no…
¡Ayssss, que bien! ¡Ya sin mascarilla, por fin!
Hombre, lo de esconder bostezos, granos, muecas de disgusto, dientes mal puestos y bigotillos sudorosos no ha estado mal.
A cambio se nos había ido también la sonrisa social, las risas contagiosas, ver los hoyitos en los mofletes de alegría y los morros rojos y atractivos que ya sabemos que nos levantan el ánimo.
Vaya por delante, que yo no me he dejado de pintar los labios en todo este tiempo y que todas mis mascarillas llevan la marca de carmín por bandera. Siempre habrá unos mínimos.
Ahora bien, cosicas como lo de dar dos besos a diestro y siniestro a gente que ni conoces ni te interesa conocer como hacíamos antes, pues, mirad, yo esto no lo pienso restaurar.
Lo de que alguna gente te hable tan cerca que casi te acaba escupiendo, pues tampoco mola.
De hecho, he decidido desarrollar una personalidad rancia, que tampoco me ha costado mucho, con la que justificar según qué ventajas adquiridas. Un codo y dos metros de distancia, con alguien que te apetece cero es una maravilla.
Sí, sí. ¡Solo el codo! Cuéntamelo desde ahí. ¡que te oígo!
Que hay gente que la mascarilla le ha servido de mascara. Y que cuando ahora se la quite otro gallo les cantara. Que tú te fías o no de alguien según lo que te transmite su careto. Así que ahora el tema no tiene marcha atrás. O te parece que es una buena persona o el mafioso de turno. Se acabaron los caracteres velados.
Los que de verdad respiran aliviados son los que llevan gafas. Yo soy de las que las lleva para “algunos temas”. léase conducir, ver la tele desde el sofá y saludar a tu prima si te la cruzas por la calle. Llevo meses abusando de lentillas para no sentir que estoy en Londres con niebla detrás de unas gafas siempre empañadas.
Pero la vida en ‘lentillalandia’ tampoco es fácil. Que ya van varias veces que me voy a dormir con una lentilla dentro de mi cuerpo y que el ojo me la devuelve cuando le va viniendo en gana. Igual alguna que otra aún no he expulsado. He dejado de llevar la cuenta. Allá ellas.
¿Pero dónde te has metido j*dida?
Y esas barbas asomando de mala manera bajo una mascarilla ¿Qué ha pasado ¿A nadie le ha dado por hacer mascarillas dignas para barbudos? El mercado hípster empieza a tener lagunas, lo veo.
El norueguismo (AQUÍ), esa noble palabra que engloba a barbudos noruegos que están para mojar pan, había perdido sentido tras ese trapo tapándoles la mitad de sus encantos. De vuelto esos vikingos ¡por favor! ¡Gracias!
Ays ¡Ana Mariiiiii! Hay que ver cómo están los noruegos…
Por un verano sin el morro sudado. Olé y Olé. ¡Que viva el cara a cara!
Qvivan los noruegos con y sin mascarillas jeeeee
Que vivan por favor! Que se esta perdiendo mucho buenorrismo con tanta mascarilla.
Sí, adiós mascarilla y vikingos de vuelta, je je…
Ganas de vikingos!!!