Cómo ya os conté en mi posteo anterior, en los Ángeles servidora estuvo un día. Uno. Una unidad. Aunque eso habría que contárselo a mis piernas después de haber caminado 14 kilómetros, que el día les supo a semanas.
Al día siguiente subíamos en un autocar para iniciar un tour de una semana por el Oeste Americano, pero antes íbamos de tirón hasta Las Vegas y hacíamos noche. ¡Madre mía! La de tiempo que hacía que no iba yo en autocar. Me sentí como si fuera de excursión con el colegio, pero sin mis padres al otro lado de la ventana gritándome: “pórtate bien”.
¡Venga! ¡Pues ya estamos todos en el autocar!
Un autocar en el que convives muchas muchas horas, es una especie de Gran hermano móvil. Hay que hacerse a la fauna que lo ocupa y resistir. El tour era mayoritariamente italiano, excepto por diez españoles bravos que nos habíamos atrevido a vacacionar cruzando el charco.
Al guía debían pagarle como se pagan las traducciones: por palabras. ¡Madre del Amor Hermoso! La verborrea que tenía ese hombre. Pensad que, si os lo digo yo, que le doy a la sin hueso con cierta avaricia, el tema era de harakiri hacía arriba.
Entre lo que cascaba el guía y los de detrás de mi asiento, el curso de ‘inmersión al italiano’ que he hecho no está pagado. Os lo digo yo. Me dejan cuatro días más y soy la nueva Carrá. Per favore!
¡Ojo! ¡Cuidado! Que al final del viaje ya hacía alguna frase en italiano…
El guía del tour era un poco especial. Era una mezcla de boy-scout americano con madraza protege-pollitos. Una combinación muy rara. Creo que ni mi madre se ha preocupado tanto porque comiera bien y a mi hora.
- Bajamos a hacer una pausa. Acordaros de comprar un ‘panino’ por si tenéis hambre.
- Bueno, pues parece que nos vamos a retrasar 30’ podéis comeros el panino ahora.
- Per favore, non mangiare patatine e cioccolatini, que os voy a llevar a un buen restaurante y no vais a tener hambre.
Tuve que acostumbrarme, porque al principio panino arriba, panino abajo daba un poco la lata, pero vamos que al final casi lo adopto como nutricionista-coach. ¡Una maravilla!
Sempre primero el panino y después las patatine…
Pausas mediante, llegamos a Las Vegas a las 4 de la tarde. ¿En serio? WTF? Pánico daba bajar y con razón. El golpe de calor como si te estuvieran dando con un secador en la cara es de impacto. Eso no lo para ni los cuatro de Locomía juntos moviendo el abanico a la vez. Ozú! Como el infierno sea así, habrá que ir portándose bien…
Baja del autocar, cariño. Que yo ya estoy abajo.
Así que hicimos lo único razonable que se podía hacer en aquel momento: meternos en la piscina. ¡La piscina! En aquel recinto lo de bañarse era lo de menos, estaba lleno de Jay-Z’s con tres Kardashians por cabeza. Lujo, despilfarro, ostentación y postureo al kilo.
Fue uno de esos momentos en que tu cabeza te grita: “¡Hay otra vida, hay otra vida! Así que, ¿qué estás haciendo con la tuya compañera?”. Después de ese baño me estallaba el cerebro, en plan: “Tienes que tener una idea brillante para vivir de lujo y no madrugar”.
Vale. No he llegado a ninguna conclusión de momento, pero cualquier sugerencia es bienvenida.
La piscina del hotel…
Y luego nos tiramos a hacer una primera toma de contacto con la ciudad. Caía fuego y , cual ganado suelto, necesité abrevarme a las primeras de cambio. Granizado fresquito ¡sí! Dos tragos y corte de digestión. Recuerdo estar tirada en el lavabo del Casino Flamingo, preguntándole al Sargento.
- Pero ¿de un corte de digestión me puedo morir?
- Sí, claro.
Hay momentos en que la sinceridad no cotiza. Ese instante en que una mentira blanca puede dar esperanza al compañero moribundo. Pero él es así, sincero, directo, llano. A mi favor, os diré que llevaba ese día un vestido maravilloso de lentejuelas. Agonizante sí, con glamour también. Si hubiera palmado, mi vestido de fantasma sería divino.
- Pues, creo que aquí nos despedimos – le dije yo.
Bueno, el caso es que desaloje de mi cuerpo todo lo del día, me lave la cara, me estiré un rato y pedimos socorro como se pide hoy en día: “Uber, ¡ven a por mí!” Ays, compañeras ¡qué mal rato y que calorín! Ni un banco hay para sentarse en Las Vegas. Ni un triste abanico llevaba yo.
Cuando tu compañero no te anima precisamente.
Ya en el hotel, puse el aire acondicionado nivel #esquimal y me desmayé en la cama. En una semana volvíamos a Las Vegas. Nota mental: No tomar granizados. Hidratarse a temperatura ambiente.
Y me dormí. Y soñé que al día siguiente me iba a Gran Cañón. Solo que no era un sueño…
#YoNoSoyGente #Ytútampoco
CONTINUARÁ.

Madre pa haberse matao 🫠