SUCESOS ESTIVALES SIN IMPORTANCIA

Queridos todos: Estoy de vuelta.

Bueno, yo y espero que vosotros también ¡A ver si me vais a dejar sola en la sala! Eso sí, pienso agarrarme al verano como si fuera Brad Pitt con un letrero de “soltero”. Hasta que el último rayo de sol no de un calorcillo pocho, servidora no se pone una rebequita.

Creo que Septiembre debería tener un STARTER. ¿Os acordáis de aquellos viejos coches que lo tenían? Que sí, que sí. Los 127. Los 850. Lo sé, ahora mismo a según que personal que me está leyendo le estoy pareciendo de jurásica para arriba – que igual un poco sí que lo soy – , pero a lo que iba ese botón de “starter” te ayudaba a poner en marcha la batería. ¿Os lo imagináis?

Porque yo ahora que he vuelto en plan low motion de las vacaciones, faena tengo para ponerme las pilas y enganchar con la rutina. Tendríamos que apretar ese botoncito y ¡yuju!: A tope.

Pero bueno, bueno, tampoco es todo bueno en verano

Que también hay sucesos que lo agrían un poco.

Cómo el día en que estuve a punto de explotar como una gran masa de Portland. Sí, sí. A puntito estuve de convertirme en un chalet de tres pisos. Como os lo cuento.

Este año descubrí un chiringuito nuevo y un día fuimos a hacer una comida de esas de café y puro. Y hablando de café, cómo por esos lares no tenían ni soja ni avena, pues decidí que me pedía una copita de Baileys. Me la tomé a salpicón de ola y me sentó fantástica. Pero hacía tanta calor y tenía tanta sed… ¡Que pedí una Coca-Cola también!

Esta mezcla imposible que en los años 90 fue tan criticada y que pervive en la memoria popular de todo ser humano que sobrepase los 40 por alguna razón yo ya no la anidaba en mi cabeza: Baileys y Coca- Cola. Momento descerebrado que pagué el resto de la tarde.

Aquello se hizo una masa tipo cemento armado que amenazaba con construir cuatro tabiques en mi interior. Empecé a encontrarme mal y a sentirme como el lobo de caperucita con el estómago lleno de piedras.

No sabía qué hacer. Así que lo único que se me ocurrió fue despedirme por WhatsApp de todos mis amigos más queridos por si no superaba esa noche y moría cementada por mí misma.

Afortunadamente no llego la sangre al rio y aparte de orinar mortero todo el día siguiente no me paso nada más. Menos mal por qué no me imaginaba acabando mi glamurosa vida de una forma tan burda.

Si es que ya me lo dice mi madre, que tengo el conocimiento justo para pasar el día. Y en vacaciones, me da el juicio para unas horas.

O cómo el día que salí volando sin Red Bull y sin alas en modo Superman para acabar aterrizando con turbulencias sobre las racholas del puerto.

Incidencias del runner aficionado.

Y es que me he dado cuenta de que tengo que hacerme un seguro médico especial porque esto de salir a correr tiene un sinfín de peligros: Baldosas levantadas, calles mal asfaltadas, piedrolos en medio del campo.

El otro día sin ir más lejos y corriendo por el Puerto de Roda de Bará pisé un adoquín fuera de su sitio y literalmente volé. Era bajada y llevaba cierta velocidad. Me di cuenta que me iba a estozar porqué vi mi móvil que salía volando y me dio tiempo a pensar: “Dios, si mi móvil ya está a tres metros, ¿a qué velocidad voy a caer yo?” Plof.

Frenada en seco y desplazamiento por inercia rascándome las dos piernas. Pero, ¡el móvil intacto, tú! Casi pierdo las dos rotulas, pero eso es lo de menos.

Luego dos muchachotes del puerto se acercaron a mí y me hicieron la pregunta más odiada en esos momentos de dignidad en niveles mínimos.

– ¿Te has caído?

No. A mí por las mañanas me posee Bisbal y siento unas ganas irremediables de hacer la cobra. Me encanta arrastrarme. ¡No te fastidia!

Hombre ¡por Dios! Pero qué poca creatividad. Con lo fácil que es tener unas frases en recámara:

  • Estas bien, ¿te apetece un café? ¿te acerco a casa?
  • Que mala caída. Cómprate unos zapatos o algún trapito para quitarte el susto.
  • ¡Qué mal me sabe! Problema del suelo porqué tu llevabas una zancada impecable.

En fin. Que al menos eran guapos.

Y más peguitas que tiene el verano: ¡Los resfriados!

Que mucho nos gusta la calor a todos, pero andamos persiguiendo una brisa de aire acondicionado como pollo sin cabeza. Que vuelves de vacaciones con tu poquito de tos y de mocos, fijo. ¿Quién quiere souvenirs pudiendo traerte un resfriado en toda regla? Yo, me he traído el mío, of course.

El caso es que una de mis amigas sale hace un tiempo con un doctor. Un tipo que ronca como un dinosaurio. Sí, se puede ser médico y levantar huracanes fuerza siete por las noches. El caso es que ella lo grabó en video y nos lo enseño en la última cena: nos desternillamos de risa a su costa, ¡pobre! Es que a veces las mujeres podemos ser muy crueles y a veces… ¡también!

¿Qué porqué os cuento esto? Pues, el caso es que a mi vuelta, mi resfriado  y yo fuimos a visitarnos a consulta. Me habían cambiado el médico de cabecera y rápidamente reconocí en aquel hombre al señor del vídeo que roncaba modelo Rey-León-despertando-a-la-sabana-entera y cada vez que el tipo me decía mientras me auscultaba:

  • Respira, respira fuerte.

Yo pensaba:

  • No. Fuerte respiras tú. Que tengo pruebas y lo sé todo.

Sea como fuere no mola ponerse en sujetador – de blonda – con el novio de tu amiga. Que estaba el tipo haciéndome las recetas y pensaba yo: “Pues mira no está mal el tipo. No tiene mal gusto la Nuria”. Mal. El médico tiene que ser alguien impersonal para una.

¿O te imaginas que tu ginecólogo fuera un amigo tuyo? Claro que no. ¿Cómo vas a hacer luego un café con alguien que ha visitado tus entrañas?

#EsteHombreNoPuedeSerMédico #HiperventilasMientrasTeAusculta

En fin, que sea como fuere, mis dos rodillas sanas y salvas, mi estómago cementado y mi resfriado sempiterno estamos de vuelta.

¿Cómo os ha ido el verano? ¿Tenéis ‘sucesos’ que contarme?

Arrancamos septiembre. Jones está de vuelta.

#YoNoSoyGente #YVosotrosTampoco #SuperadoElVerano #SucesosSinImportancia