Cosas inusuales que suceden en mi vida: el otro día sentí la necesidad de confesarme.
Mi modus operandi con el shopping y mi afición a la acumulación de ropa así me lo indicó. Abrir el armario una mañana de lunes y querer fustigarme al ver lo que allí había.
Correr hacía la iglesia de mi barrio que no había pisado desde el último bautizo al que me tocó ir y buscar al párroco como si no hubiera un mañana.
-> Ave María Purísima
– Sin Pecado concebida (éste es uno de esos grandes momentos en que piensas que los dos años de catequesis que hasta hace media hora te parecían tirados acaban de tener su momento).
– Padre he pecado.
-> De qué se trata.
– He comprado ropa, zapatos y complementos de forma lujuriosa, con avaricia y sin conocimiento, así sin querer ir muy atrás, durante los últimos cinco años como mínimo.
Mi armario no es un guardarropa, sino un contenedor lleno de prendas mil, un tsunami de ropa revuelta y alborotada, un amasijo de texturas y colores, un revoltillo de chaquetas y chaquetitas a las finas hierbas. Abrir esas puertas es un atentado a la humildad, honestidad y al sentido común. ¿Qué hago padre?
->A ver hija, ¿Cómo ha sucedido?
– No es por quitarme responsabilidad padre, pero la culpa es de los outlets. Son muchos y están por todas partes. Proliferan como setas en el campo y evitar el pecado allí dentro es difícil. Padre las camisas a 6 euros, es cierto que yo no llevo nunca camisas, pero también lo es que por ese precio estoy pensando en acostumbrarme.
Con un par de zapatos te regalan el segundo par y es tanto lo que tenemos por caminar en este mundo, que me encuentro justificada.
Los bolsos a diez euritos, ideales para llevar todos los enseres de buena cristiana. Usted me entiende, ¿verdad?
->Bueno hija, quizás podrías evitar el pecado.
¿Cómo Cómo Cómo? El demonio esta en cada oferta, en cada cartel de “chollo”, en cada etiqueta de rebaja.
->Hija, quizás la mejor forma de evitar el pecado es no entrar de lleno en ese antro de perdición.
– Lo intento padre, lo intento, pero una fuerza sobrehumana me arrastra, ¿será posesión?
->No hija no. Es terquedad.
– Pero es que no es sólo eso padre.
-> ¿Ah, no? ¿Qué más?
– Luego están las tiendas vintage. En las que la ropa te sale a precio de cortado. Y yo que soy muy cafetera, entro allí y pienso si me ahorro los cafetitos de hoy, me llevo 3 faldas. Y así lo hago.
Aunque acabo tan agotada que ahora que lo pienso luego me tengo que tomar los 3 cafetitos también. Y lo peor, padre, la PERDICIÓN con mayúsculas: Las tiendas de vintage a kilo.
Usar esa palabra es dañino. ¿Cuántas cosas compramos las mujeres a kilo? Las manzanas. Un kilo de carne. Ponme 3 kilos de naranjas. Un kilito de kiwis. Pues imagínese. Montones de ropa a kilo.
Que la única diferencia con la frutería es que no te has de poner guantes. Te dan una bolsa y ahí echas tú de tó, hasta miajillas de pan salen cuando la vacías en casa.
Tres kilos de ropa variada me llevé la última vez y encima como me faltaban 300 gr. eché unas bambas para hacer peso justo.
->Hija, deberías pensar en los pobres, personas necesitadas, que quizás necesitarían más que tú esa ropa.
– Sí, padre, si ya lo hago. Cuando me doy cuenta que he acumulado hasta el infinito, la vuelvo a poner en bolsas y las entrego (a toneladas kilos) para personas que las puedan necesitar.
->Entonces, hija… ¿no piensas quizás que ese tráfico textil arriba y abajo no te hace ningún bien?
– Ninguno padre. Ninguno. Me estresa. Abro el armario por la mañana y no sé
qué ponerme. No encuentro nada.
He probado a ordenarlo por prendas, por colores y nada. Me atabalo. Se me suicidan las perchas. Se me cansa la vista entre tanto colorín.
¿Necesito penitencia?
->Sí, hija, vas a pasarte este fin de semana en casa pensando en ello y analizando por qué lo haces.
– No puedo, padre. Este fin de semana es el Flea Market en la ciudad y el mercadillo de los domingos, que es el mejor de todos porque allí las braguitas están a euro y las chaquetas de entretiempo no llegan a 5 euros dependiendo de la parada y ahora que estamos en primavera es material de primera necesidad.
->Hija, así no avanzamos.
– Es que usted no me entiende. No se pone en mi lugar.
-> Hija, por favor, tenemos que hacer la prueba. Este fin de semana en casa, rece y piense…
– ¿En casa? ¿Todo el fin de semana? ¿Y qué hago con las compras on.line? Allí, tan fáciles, a un click de estar en mi bolsa, en mi casa, en mi armario, Buyvip, vente privé…
-> No abras el ordenador. Distráete, ve la tele.
– Sí, hombre… ¿y la tele tienda?
-> …
– ¿Padre? ¿Padre? ¿Sigue ahí?
-> Si, hija mía. Escúchame.
– Diga padre.
-> Quiero que jures con la mano encima del catálogo de Zara que no volverás a acumular ropa.
Rezarás cuatro PadreAmancioOrtegas y dos Ave Stradivarius y no volverás a entrar en esta iglesia a no ser que me traigas dos camisas de la talla 4 y unas zapatillas cómodas en tono azul. ¿Lo entendiste hija?
– Padre, a la perfección.
Si sabía yo que en el fondo no estaba tan lejos de Dios.
AMÉN
Os recuerdo que hoy tenéis nuevo post en mi otro blog: Cuidatuimagen, AQUÍ