Señoras y Señores: ¡Sí! ¡Vamos a hablar hoy del ventilador!
Ese viejo conocido. Ese compañero agradecido en las tardes pegajosas de siesta. Ese aparatejo infatigable que sin moverse del sitio no para de moverse para tu beneficio. Ese aliado que, sin dañar el medio ambiente, te quita el bochornazo estival. ¡Lo venero!
Se nota que no tengo aire acondicionado, ¿verdad?
Y es que, como dice el anuncio: ‘No tenemos sueños pequeños’. No nos conformamos con poco. Somos muy ansias.
Hace unos años decidimos poner el aire acondicionado, pero como esta casa, uyss, ¿he dicho casa? Piso, bueno, pisín, es alargado, desde el balcón donde va la máquina hasta la habitación donde servidora descansa -o en verano al menos lo intenta- había que poner dos bombas, y el señor no nos aseguró que no pudieran hacer algo de ruido.
Es verdad que al menos lo podíamos haber puesto en el comedor, que está al lado del balcón. Pues no. Todo o nada. Aquí hacemos las cosas bien. Nada de medias tintas. Qué es eso de aquí sí y allá no. O se pone en todo o no se pone. Pues no se pone.
#LaBolsaOElVentilador #CogeLaBolsayCierraRápidoQueSeVaElFresQuito
Me estoy acordando yo ahora mismo de lo que me iba a molestar el ruidito de la bomba, versus todo el tráfico que oigo por tener las ventanas de par en par en un intento por no agonizar en mi propio hogar. ¡Nefasto!
Y dicho esto, alabado sea el ventilador. El hermano humilde del aire acondicionado. Cierto. Pero también el hermano mayor del abanico. ¿O no? Pues eso, que vivo en un Gran Hermano de humildad continua. Tengo uno en la cocina, uno en mi habitación, uno en el comedor… ¡ya tendría amortizada la instalación del aire!
Y así paso mis días estivales, como si estuviera en una continua actuación de Paulina Rubio, que ahora mismo mientras os escribo tengo la melena al viento como JLo grabando un videoclip. Muy fan del ventilador non-stop. No puedo pensar en una adquisición más preciada en estos días. Lo tengo en “marcha 3” desde que pongo un pie en el suelo.
#EstaSoyYoAhoraMismo #EscribiendoElPostConLaMarcha3
A pesar de que, no nos engañemos, lo que mueve es todo el rato el mismo aire, o sea, que es un poco ‘engañabobos’. Porque ya me diréis vosotros, cuando el ambiente esta caldeadito el único aire que mueve es el mismo caldo que hay en estático, así que lo que hace es crear una brisa sahariana modelo ‘Vacaciones en Tánger’… pero oye, ¡bendito sea en momentos de desesperación!
Cuando mis quehaceres me lo permiten y me estiro en el sofá, ese aire se vuelve mucho más agradecido. Noto que me acaricia la piel, a ratos –en cada vuelta me tocan tres segundos- pero eso me ayuda a apreciarlo aún más y a esperar con ansia la siguiente vuelta.
Esos tres segundos gloriosos me transportan a primera línea de mar, pero ahorrándome toda la arena y la chiquillada. Me voy relajando. Es una brisa suave que abraza mi piel sudorosa invitándome a fundirme con el sofá y a olvidarme de que estamos en la canícula veraniega y que un año más servidora la va a pasar sin airea condicionado.
Pienso en que al menos no estoy dañando el medio ambiente, pero ni mis pensamientos ecologistas hacen que me sienta mejor.
Ayer me dijo mi profesora de narrativa que no fuera boba, que me comprara un ventilador de esos que se enchufan con USB al ordenador… “…y así trabajas con todo el aire en la cara”. ¡No sé! ¡No lo veo! Es como modernizar en exceso un clásico. ¿Un ventilador enchufado al ordenador? Es que me suena raro. Algo así como si le pusiéramos un push up a las enaguas de mi abuela. ¡Me resisto!
En fin, voy acabando que se me empieza a enredar la melena y como me enrolle con el ordenador pillo hasta un resfriado. Igual voy a tener que bajarlo al 2…
¡Por Dios! Contestadme desde el otro lado. ¡Decidme que también sois fans del ventilador! Y los que, como yo, no tenéis aire acondicionado, ¿cómo pasáis vuestros días?
Agrrrr.
#YoNoSoyGente #YVosotrosTampoco #JonesAgoniza