¡Pues sí!… ¡Muy difícil! Y eso que yo lo intento con todas mis fuerzas, pero que si la fuerza de la gravedad, que si el metabolismo se vuelve lento, que si ya las hormonas campan a sus anchas sin hacerte caso alguno…ayss…y eso que yo le echo disciplina al tema que ríete tu de las Victoria’s Secret y sus esquemas.
Me levanto por la mañana y me bebo dos vasazos de agua, que me apetecen en ese momento lo-que-yo-te-diga, por aquello de que “el metabolismo se ponga en marcha” y dicho sea de paso, porque tengo más piedras en el riñón que el lobo de caperucita en el estomago, así que de paso aprovecho a ver si se van rio abajo.
Y luego me como un kiwi. Claro. Que el estreñimiento engorda y hay que ayudar. Perezón del millón pelar un kiwi cuando, por norma habitual, siempre vas un poco tarde (siempre!)
Mientras se hace el café, que me tomo con leche de avena y sacarina, me regalo un momentazo especial con dos galletas de fibra.
Me voy a la ducha como alma que lleva el diablo y en lo que la toalla enroscada en el pelo le va quitando la humedad mientras la mascarilla especial pelo teñido actúa…
Me pongo crema hidratante en el cuerpo, anticelulítica en las piernas, glúteos y abdomen, hidratante en la cara, despigmentante en las manchitas, regeneradora en el cuello, antiojeras en las susodichas y mi BB cream 3 en 1 que todo lo tapa y te deja un cutis como si te hubieran pasado al menos un par de capas de photoshop y así como quien no quiere la cosa ya parece que hayas dormido un par de horas más y que tu cutis se ha venido arriba.
Vuelvo a la cocina, abro la botella de agua de la que antes ya he sacado los dos vasazos y le añado un jarabe que lleva 1200 ingredientes y que promete ser diurético y dejarte el abdomen plano cual tabla de planchar. Incluso cuando el agua coge ese color cafetoso-extraño-sospechoso yo ni me inmuto. ¡Yo puedo! Dos manzanas (Fuji, gracias!). Todo al bolso y a currar.
A media mañana, un té verde por lo de que es antioxidante y previene de unas 4 millones de enfermedades.
A eso de las 13 h y para matar el gusanillo un Té Rojo, ya que en la caja reza “el devoragrasas” y yo que le echo verdadera fe, he decidido creérmelo.
Mediodía. Una ensaladita con atún (por lo del Omega 3 y porque tiene las vitaminas, bla bla bla), un yogurt de soja de chocolate y para el gimnasio.
Llego, me tomo mi pastilla de L-carnitina y me voy a clase de Zumba.
Me descoyunto viva para ver si con tanto movimiento de cintura la afino un poco. Echo el hígado. Me entrego tanto que a la cuarta canción noto que, como si fuera una Nancy, alguien me ha abierto la cajita de la espalda y me ha sacado las pilas. Pero yo puedo.
Pienso en el bikini rosa chillón estampado de palmeritas que me he comprado y me vengo arriba de nuevo.
Acabo la clase, subo a la sala de pesas porque hacen 15’ de abdominales, sudo la camiseta y bajo corriendo porque tengo hora en la estética el gimnasio.
Me hacen un masaje “drenante” que me deja tantos morados y secuelas en las piernas como si las hubiera enviado solas a la guerra de Vietnam y hubieran vuelto pidiendo clemencia.
Llega la enfermera, hoy toca mesoterapia, saca su aguja y con una sonrisa se acerca hacía mi y clava la primera estocada.
– ¿te hago daño?
– No, que va. Tú sigue, sigue a lo tuyo.
No, que va, maja. No me haces daño. Para nada. Ahora mismo solo querría amordazarte, robarte todas las agujas y clavártelas en modo acupuntura. Buffffff, que subidón de adrenalina. Vale, tengo la regla y eso hace que lo vea todo más negro. Pero es que dueleeeeeeeeeee!
Por fin, acaba.
– Y ya sabes, ahora a hacer deporte que es lo mejor después de la meso – me dice
Abandono la estética, miro el horario y veo que la clase de Cardioboxing está a punto de empezar, así que arrastro mi dolorido, amoratado y requetepinchado cuerpo y me entrego una vez más a un entrenamiento sin fin.
Por fin, me voy hacía el vestuario. Deber cumplido. Y me siento en el banco deshecha y dos pliegues de mi estomago se sientan conmigo. Y digo yo: ¿Por qué no podré tener un metabolismo que vaya a favor? Maldigo a Gisele Bundchen, Irina Shayk y Karolina Kurkova por ese orden. Y me voy a mi casa.
Llego, me desmaquillo, me pongo serum en la cara, hidratante en el cuello, reafirmante en las piernas, hidratante en las manos y finalmente el pijama.
Voy hacía la cocina, abro la nevera, pero estoy tan cansada que en realidad no me apetece cenar nada…excepto esa copa de chocolate y nata que compro mi marido (para él, of course), el fin de semana. Uhmmmmm. Eso sí que es un premio.
Me siento en el sofá y relamo la tapa hasta que la dejo tan brillante que me hace de espejo. Sonrío. Saboreo el chocolate y luego la nata. Y la nata con el chocolate junto. Y luego el chocolate con un poco de nata. Le veo mil combinaciones al tema.
Y finalmente, un poco más hidratada, desinflada, drenada, metabolizada y entrenada me caigo con todo el equipo en la plenitud de mi sofá.
Cansada pero Feliz. Y como mínimo 15 días más joven o eso quiero creer…
(Nota: Ilustraciones realizadas por Anna Castro. Gracias!.)
Pero el resultado te luce, que te lo digo yo 😉😘
Gracias Agustín. Tu que me ves con buenos ojos…
JAJAJAJA… ¡¡¡PUES TE FUNCIONA, Y MUCHO, CHATA!!!
Gracias Victor. Eso quiero creer porque hay días que muero de cansancio. Y la cabeza me va a estallar: “¿Me he comido el kiwi?” “Aysss, me deje el diuretico en casa” “Corre que aun llego a la tercera clase de spinning”…bufffffffffff…too much
Pues sí que se nota el esfuerzo sí! Estás requeteestupenda!
mitrabajomecuesta.com , pero no me desanimo…pienso en mi bikini rosa…
El mejor artículo en muuucho tiempo!! Gracias por la lucha y la sinceridad! Ya somos dos! Yes, we can! 😛
Por supuesto, solo con la verdad por delante podemos superarnos. YES WE CAN. Next time que nos veamos estaremos (aún más) estupendisimas, Besazo mi querida Vero.