Al menos la mía si. Bueno puro puro no lo sé, pero en mi vida de teatro hay un rato.
Los que me conocéis ya sabéis que muero por me encanta el teatro musical.
Empezó como un hobbie y poco a poco va ocupando más tiempo en mi cotidianidad.
Y es que la vida de la artista principiante-que-no-llega-a-amateur es muy dura.
Todo empezó cuando descubrí que había un taller de Teatro Musical en Sabadell y fui a la reunión informativa. Pasada la vergüenza inicial modo alcohólicos anónimos en plan: “Hola me llamo Alicia y no he cantado nunca” delante del resto del grupo, fui convocada para el casting de la semana siguiente dónde se tenía que cantar una canción para valorar el nivel de cada uno. Ya no volví.
Lo sé, lo sé, suena hasta lógico lo de “tener que cantar” en un grupo de teatro musical pero…me caí con todo el equipo.
A ver si es que mi nivel estaría entre los grititos de una gallina violada y los maullidos de un gato despellejado.
Mi sentido de la vergüenza (del cual ya no gozo) me impidió presentarme por aquel entonces.
Tuvo que pasar un año entero en el que, con el valor supuesto como en la mili,
volví a presentarme de nuevo. Y esta vez sí. Canté. Bueno aquello fue dar el cante, dar la nota, ser la notas del lugar, cantar como podía ser aullar, pero, ¿que es lo importante?… ¡que lo hice!
Y ahí empezó todo. Descubrí los momentos maravillosos que te da este hobbie: el olorcito del guión recién abierto, los nervios del casting a ver que papel te asignan, la ansiedad posterior cuando conoces el personaje que te ha tocado. Creértelo. Crear tu personaje. Crecer con él. Hacerlo tuyo. Defenderlo. Fundirte con él y finalmente SER. Una experiencia mágica.
Sabía que me iba a gustar, porque ya desde jovencita me gustaba jugar a hacerme pasar por una espía rusa: “kamarrada no salgas ahogaaa, tenemos a la polissia”, una turista americana: “A mi encantar Barcelona, porque ser muy bonita” ó una pija muy Paris Hilton: “Ósea siii, pero que me dices, súpeer fuerte, oye!”.
Vamos que lo de vivir varias vidas ya me viene de lejos. Pero no sabía que me iba a gustar tanto.
Lo que me gusta del teatro amateur es la implicación fuera del glamour y los recursos de los profesionales: Aquí se ensaya dónde se puede. Y si hace frio te abrigas. Y si no hay escenario te lo imaginas. Y el vestuario te lo buscas tú. Y la voz la traes calentita ya de casa. Y repasas las coreografías apartando las sillas de tu comedor. Y el guión lo memorizas mientras planchas. Y las canciones las cantas en el coche camino del trabajo. Y mientras haces la cena repasas mentalmente tu escena.
Haces lo que sea y dónde sea y cuando llega el día eres lo que tienes que ser: TU PERSONAJE.
Pero lo mejor de todo es que aunque las circunstancias son las que son, eres tu, tu vida y tus consecuencias intentando encajar OTRA VIDA en la tuya, no caminas en solitario.
Están tus compañeros que prestan su sábado por la tarde para repasar guión contigo y te han hecho magdalenas “para hacerlo más llevadero”.
Los que tienen un local que a modo clandestino se usa de escuela de baile improvisada, los que si es necesario hacen botellón contigo para quitarse los nervios antes del ensayo general…
las risas, las broncas, los enfados, los abrazos, los sudores fríos, las desconfianzas, el apoyo, los masajes, los achuchones de ánimo y muchas otras pequeñas cosas que no tienen precio y a la vez valen mucho.
Y llega el día. Y querrías llorar de miedo escénico. Y reír de alegría y felicidad.
Y gritar con pavor pensando en que no te va a salir la voz y saltar con la emoción que te corroe por dentro.
Y en el vestuario risas flojas, clappings, saltos, pasteles, encerronas en el lavabo: cada uno se gestiona como puede.
Y llega el momento. Y te entra el pipi de turno. Ese que todos sabemos inexistente cuando llegas al lavabo y que es propio del histerismo, pero tu vas.
Echas la última gotita mientras llamas a tu alter ego y le dices: “chato, es ahora o nunca”.
Y lo das todo. Y cantas (o similar en mi caso), bailas, sudas, vives, sueñas y te vacías en el escenario.
Y se te empañan los ojos mientras el público aplaude (ese público que son tu familia y amigos que sabes que te aplaudirían aunque hubieras subido a hacer una cutre imitación de la Pantoja) y tu los miras con la satisfacción del espectáculo entregado. Y sabes que ese momento es irrepetible.
Allá vamos pues, un año más. Dispuesta a vivir otra vida fuera de la mía. Y a animaros desde aquí a poner un poco de teatro en las vuestras, total la vergüenza no sirve para nada y el ridículo saltó por la ventana así que: ¡Viva la Madre Superiora! Este año Sister Act…
#ensayardondesepuedeycomosepuede #sinohayescenarioteloimaginas #compañerosdesudoryemociones
BRAVO!! que empiece el espectáculo!!
again… 😉
SIIIIIIIIIIIIIII, cada año un poco mejor. 😛
Show must go on!!!
YEEEEEEEEEEEEEEEEEEEESSSSSSSSSSSSSS, always!!!
Guau Alice! Lo has descrito taaan bien. Cuántos recuerdos me han venido a la cabeza! Qué placer ha sido compartir contigo primera canción en la rueda de reconocimiento del primer día, primera puesta en escena de mi vida con esa súper Velma guapa (el momento toma tu gorro y disfrutemos de la última canción), los momentos de histeria, los abrazos de después cuando los nervios desaparecen y te queda la satisfacción de haber dado el 200% de ti misma, bufffff…….y aunque ahora cada una sigue un camin0 “teatrero” diferente….quizás algún día volvamos a compartir escena, no? 😉
Pues sí, Marisa!! Que momentazos! Yo también recuerdo esa primera rueda de “canto” y la vergüenza de exhibirte por primera vez! Ya te digo yo, que el momento “sombrero” es y será inolvidable para mi también. Lo que te echo de menos! #teatrerasunidas
Vaig descobrir el teatre amateur amb tu, i m’encanta! L’energia que despreneu, la passió…s’encomana. Què gran és Groucho, bona replica, però a mi més que el descans m’agrada el GT final amb l’actriu.
GT? Ara estic fora de joc…Gràcies per la teva asistència incondicional. Si passas una estona bona, feina feta! Petonàs! Que tu també ets una artista… 😉