Queridos lectores, me voy a Londres unos días. Lo que viene siendo un lujo. Porque ir a la “city” te acaba saliendo por un riñón y parte del otro.

He pagado más por un fin de semana en Londres que por una semana en el Caribe y encima con peor tiempo y por supuesto con comida regulera. Cada vez que voy digo que no volveré. Es caro como el fuego.

Notas que te roban a cada cosa que haces. Es como si fueras caminando y se te cayeran billetes de los bolsillos sin darte cuenta porque al precio que está la libra pierdes pasta en cada rincón.

Cómo todo en ésta vida, lo mejor es saber ajustar expectativas. La primera vez que vas te llevas el morrazo del siglo.

No puedes entender porque el billete de tren del aeropuerto al centro de la ciudad cuesta cómo si te fueran a regalar un vagón y aún menos porque con el precio de un billete de metro podrías hacer un menú de tres platos aquí en España.

Ni te lo cuestiones. Ya has llegado y necesitas una cama dónde dormir, así que has de pagar lo que te pidan por el traslado o llevarte bastón y concha e inventarte tu propio camino de Santiago pero en dirección Picadilly.

Dormir es otro cantar. Habré ido unas diez veces a Londres tanto por ocio como por trabajo y no he acertado nunca el hotel. Toda la hostelería es mohoso-casposa, antigua como los dinosaurios y por supuesto restaurar no es una opción porque pierde “solera”.

Los mejores fotógrafos están en Londres, porque ver las habitaciones en las webs y en directo supera cualquier ficción. ¡Qué gran trabajo hacen esos profesionales!

Mis últimas cuatro experiencias:

Un Bed & Breakfast en el final de la zona 2 de metro, dónde la señora de la casa se parecía a Angela Merkel pero sin chispa. Y dónde compartía “first floor” con un supuesto doctor al que nunca vimos.

Estaba con mi hermana y poníamos cada noche un sofá contra la puerta porque había un halo de misterio en la casa bastante sospechoso. #cierrabienlapuertaquenomefio

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Un hotel en un barrio alejado pero majo. Iba con una amiga y yo me encargaba del hotel. Lo escogí porque no tenía moqueta. Cuando llegamos la habitación tendría 8m2.

No se podía ni abrir la maleta y la puerta del lavabo rozaba con la cama, no he tenido tanta intimidad con alguien en mi vida

#amigasparasiempreofourse

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Cerca de Victoria Station, lo peor de lo peor, una zona con hoteles gestionados por hindúes. Nada en contra de esta raza, pero después de visitar tres y quedarme el menos malo, fue una obviedad que en aquella habitación dormíamos mi marido, yo y 3500 ácaros por barba que pasaban la noche en planta y hasta los oías zapatear.

#tresesmultitud #3000esinfumable

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Un hotel cerquita del centro ¡al fin! Un hotel bastante cutre con mucha solera en el que desafortunadamente se celebraban bodas indias bastante masivas que acababan a altas horas de la madrugada y dónde la calefacción hacía un ruido terrible.

Entre una cosa y otra imposible pegar ojo #dormirestasobrevalorado

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Ya veremos que tal me va esta vez. Escoger bien es ardua tarea. Es como jugar al trilero “¿Dónde está la bolita?”.

Pues lo mismo, el céntrico es caro. El bonito está a tomar por saco. El que parece limpito tiene críticas sobre el servicio. El barato hace pinta de estar sucio.

Así que he cogido uno al azar y echaré cuatro padres nuestros para que tenga unos mínimos. Claro, si pudiera pagarme el Hilton sería todo más fácil.

Hecho está, aunque os confieso que tengo pocas esperanzas y expectativas negativas para evitar llegar y que se te caiga el alma a los pies.

Lo del tiempo lo tengo claro. No te falla nunca. Esos días grisáceo-plomizos que cuando te pillan en tu hábitat natural te echarías a llorar de tristes que son y esas cuatro gotas que no hacen más que confirmarte que efectivamente allí por muchas horas que pasen no va a despejar.

El sol ni está ni se le espera. Mejor asumirlo como punto de partida y echar Rebequita y paraguas.

Comer es complicado allí. Me refiero en los sitios que nos podemos permitir los mortales de a pie.

Que hay alta cocina está claro, que no siguen una dieta precisamente Mediterránea también.

Allí se tira de fish & chips, meat cakes en el mejor de los casos y cookies de a 500 calorías la unidad.

Allí lo único light que hay es la Coca-Cola y porque viene de serie, el resto tiene todo mucho “fundamento”, pero mira para 3-4 días que estoy, resisto como puedo. #siemprenosquedaranlosnoodles.

Dicho lo anterior, diréis ¿para qué vas? Muy cierto.

Si hay algo que tiene “la city” es una cartelera de espectáculos que no te la acabas, solo comparable a New York y entenderemos que para un fin de semana, en el caso de disponer del efectivo suficiente, queda tal que un poco lejos.

Es lo que tiene ser una friki de los musicales, como es mi caso, que si quieres ver calidad de la buena tienes que pisar London con todo lo que ello conlleva.

Así que allá voy de nuevo. Ajustando expectativas.

Cruzando los dedos al entrar al hotel, cargando con el chubasquero y sabiendo que voy a pillar 3 kilos a golpe de pasteles mantecosos y a invertir en trasporte público la misma cantidad que me costaría la entrada de un coche.

Vale. Lo acepto. Maldito Glorioso Londres!!!

#conloquegastasenLondrespodríasllevarteuntrocitodeOxfordstreet