Tengo cero años y acabo de nacer. Que se dice pronto pero no fue nada fácil. Casi diez meses ahí dentro, los últimos moviendo el culo de un lado a otro hasta coger la posición, que tampoco penséis que era aquello un piso de 200 metros. Pero cuando ya ando cómoda, calentita, chupándome el dedo de la mano o del pie según conveniencia, noto que me empujan.
¡Ostras! Aquello era un tsunami, un terremoto, una explosión. Algo grave estaba pasando allí afuera y me di cuenta rápidamente de que yo también iba a pillar. Empecé a sentir presión. Desde fuera me apretaban, que pensé yo: ‘¿os he molestado acaso?’, pues dejadme, hombre, dejadme. Pues no, ellos a lo suyo.
Tanto me magrearon que me di la vuelta, se me empezó a bajar la sangre al cerebro y pensé: esto es el fin. Estaba mareada como una sopa y cuando ya agonizaba vi luz al final del túnel. Pero ¡ojo! también vi que esa salida del túnel era muy pequeña para la cabeza que intuía sobre mis hombros. Que no tenga edad no significa que no viera la evidencia.
Intentaba pensar rápido: ¿Qué hago? ¿Qué hago? A ver, aquello era inviable de todas, todas. De pronto me pareció que la salida se hacía más grande. No puede ser. Deliras.
¡Va, tírate! – pensaba yo, total aquí dentro se ha dejado de estar cómodo. Un poco más de luz entraba desde fuera. Y de pronto sentí el empujón definitivo y me fui precipicio abajo.
Me pilló tan de sorpresa que baje con la boca abierta, ingiriendo todo lo que pillé a mi paso y haciendo una salida poco digna y apareciendo en este nuestro mundo bastante amoratada y, parece ser, que con un atracón innecesario de restos poco aptos para mi edad.
Diría que ya estoy fuera, percibo aire fresquito. Claro, el contraste. Ahí dentro estaba yo con una temperatura ideal.
Estaba por pedir una manta cuando de pronto alguien – que si me lo encontrara ahora ya podía correr – me da una somanta de palos en el trasero. ¡No fastidies! ¿Acabo de llegar y ya me he portado mal? Lloro como una posesa mientras se me pone el culo como un tomate.
Abro los ojos para ver quién es el cretino que me está deparando una bienvenida tan poco agradable. Lo miro y el tipo para de arrearme de forma inmediata. ¡Vaya! No sabía que ya era tan intimidatoria. Me vengo tan arriba que dejo de llorar. Y por fin llega la mantita.
Parece ser que los niños venimos con un pan debajo del brazo. Concretamente, yo llegué con tres panes de Pagès de medio kilo y dos cajas de tostadas. ¡Cinco kilos pesé!
Ahora que lo pienso, igual con tres kilitos hubiera estado más ligerita para moverme ahí dentro y, sobre todo, ¡para salir!, pero a mí es que todo lo que me lanzaban estómago abajo me parecía una fiesta.
Que no sé yo, ahora que ya estoy fuera, cómo vamos a gestionar esto de la comida, porque a mí ya me rugen las tripas y a ver con toda la gente que hay aquí dentro quién es el suministrador de alimento. ¡Vete a saber!
El señor que me ha apalizado, y que ya está más calmado, me pone suavemente encima de una señora. Siento su calor e inmediatamente soy feliz. La miro y aunque solo atino a ver un bulto, me parece familiar, como si la conociera. Ya le preguntaré luego. De momento la llamaré Bulto Uno.
Ahora solo me importa que ella… ¡huele a comida! ¡Gracias, por Dios! Con tanto trajín tengo un hambre descomunal. ¡Me parece un manjar! Apuro hasta la última gota.
Aquella señora me viste. Me pone un ‘Jesusito’ tres tallas más pequeño. No solo me aprieta del cuello, sino que parece que sea de manga francesa, apenas baja del codo. Me lo quita.
Me pone otro y creo morir. Con lo maja que parecía la señora y parece ser que quiere asfixiarme a las primeras de cambio. Finalmente llevo uno bastante holgadito y cómodo ¡esto es otra cosa! Atino a ver la etiqueta: “3 meses”, no entiendo muy bien de qué va el tema, pero me quedo con el número por si acaso.
De pronto, ¡hay otro bulto cerca! Tiene otro tipo de voz y huele diferente. Y además éste no tiene surtidor de comida. ¡Bah! Voy a llorar a ver si me deja en paz.
Pero de pronto el tipo se arranca a cantar:
“En la puerta principal y de la capitanía, donde los hombres no duermen ni de noche ni de día…”.
Oye, ¡no está mal! ¡Es pegadiza! Me gusta. Lo llamaré Bulto Dos.
Quiero descansar, pero este tipo no me deja. Hago un eructo XL para hacérselo saber, pero se me va de las manos y vomito un poco. ¡Perdón! Tampoco era mi intención, tú. ¡Cómo se han puesto!
Ya estoy estirada. Satisfecha. Voy a echar una cabezada que ya veo venir que este ‘tinglado’ está por organizar y me va a llevar trabajo. Mañana será otro día…
#YoNoSoyGente #YVosotrosTampoco #AsíNacíYo #NoFuéFácilPeroYaHeLlegado
Dedicado a mi madre – Bulto Uno – que me llevó 9 meses y 3 semanas y que parió a servidora con cinco kilos. #NoQuieroNiPensarlo
Dedicado a mi padre – Bulto Dos – que sabía cómo calmarme tirando de canciones de la ‘Mili’. #PorEsoSoyTanEcléctica
Te leo siempre, me alegras el camino al trabajo por las mañanas, y siempre siempre me haces sonreír. Simplemente, Genial.
Querida Irene, ¡Mil gracias por tus palabras! Si consigo sacarte una sonrisa un lunes por la mañana,¡me doy por satisfecha! De eso va este blog…de echarle humor a la vida y a las cosas cotidianas. Un besazo y Feliz Semana.
Siempre nos sacas una sonrisa, con tan bonitas anécdotas, pesaste kilos x dios? guauu, Felicidades si es tu santo, guapa!!
Gracias Jenny. Sí, hija,sí. ¡5 kilos! Un poco más y nazco con el pelo largo… 😉
Lo de las canciones de la mili me parece brutal… eso da muchas tablas XD
¡Increíble! Y algunas todavía me las sé enteras. ¡Imagina!