03.05.21 SALVAJA NIVEL PRO

Queridas mías, Jones está de vuelta. Recién llegada a la península en modo SALVAJA total.

Y es que ya no recordaba este cuerpo lo que era retozar por playas, hacer la croqueta, despelotarse a las primeras de cambio y hablarle hasta a las gaviotas que por allí pasaban.

Que estaba yo de un “despeinaó” que entre ellas debían hablar y decir. “Ostia, ya ha vuelto otra vez la humana esa tan rara, mejor volamos.”.

Buff. Yo me piro, que está tía me habla todo el rato.

Ha habido algún día que he sentido tanta energía que he tenido que recorrer la playa en la que estábamos de punta a punta para soltar adrenalina. Así que, vuelvo morenaca y relajá.

Y es que me he dado cuenta de que lejos de los chalés de Torremolinos y los chill outs de Ibiza, a mi lo que me va es el desierto. A mi dame pedregal en vena, acantilado, roca-piedras, caminos sin asfaltar y échale polvo. Mucho polvo. La felicidad es llegar al hotel enharinada hasta las cejas, con bambas sin calcetines, un short, sudadera y arena hasta las orejas.

Aquí, en la nada, tan a gustito.

Ese salvajismo de llegar a una playa y estar solos… No hay chiringuitos. Ni hamacas. Ni nada de hecho. Pero hay silencio y eso, estimadas, es un bien tan escaso, que es de verdad un lujo. Playas vacías de todo en las que llenarte de ti.

Señoras que me habéis seguido por Instagram, Fuerteventura ha sido la ostia y punto. Días y días sin otro quehacer que descubrir playas, ver puestas de sol y echar un Martini y unas papas arrugas en cualquier garito. Y eso, después de cascarte un cuarto de francés online tú solita, peleando entre el subjuntivo y el pluscuamperfecto me ha sabido a gloria.

Que estábamos tan solos… ¡que parecíamos naufragos!

Sin correr detrás de trenes o metros, he sentido una punzada de deseo de quedarme a vivir allí y montar una tienda de gominolas, que he visto nicho de mercado. Ni una he encontrado.

Pero he respirado hondo y he esperado a que se me pasara el anhelo. Otros anteriores hubieron…

También tuve/tuvimos con el sargento una temporada en que queríamos dejarlo todo y montar un chiringuito en la playa. De esos que ponen cañas y tapas frías. Pero el nuestro sería muy cool. Trabajaríamos seis meses y otros seis viajaríamos.

Otro momentazo fue cuando nos cuestionamos si irnos a vivir a Carboneras. Desierto y paz. El Sargento trabajaría en la desaladora y yo en la recepción de un hotel. Y por las noches, las estrellas y las piruletas de gamba del Bar Mariano. Nos sonaba a gloria bendita.

Hubo también un momento crucero, íbamos a enrolarnos como trabajadores de algún cruceraco grande. El Sargento en cocinas que es muy poco sociable y yo por el contrario como parte del equipo de animación: “Hoooola, buenoooos días, Good Morning, Bonjour ¡vamos con el aquagym”.

Que yo de animadora, lo hubiera petado ¡fijo!

Lo pensamos todo pero nunca implementamos nada. ¡Joder con lo de hacer siempre lo más seguro! ¿Qué hubiera podido pasar? Habría tenido un chiringuito, vivido en mi Cabo de Gata querido, viajado el mundo en un crucero …

En fin. Estoy de vuelta. Aunque dicen que nunca vuelve la misma que se fue. Pues va a ser verdad. Vuelvo más salvaja si cabe. Libre. Sin ganas de encajar en moldes y obviedades.

Si antes no era gente, os juro que ahora aún menos.

22.04.21 Estoy que me VUELO toda.

Hace casi año y medio que servidora no coge un avión. Claro que el inicio de esta frase podría ser aplicable a casi todo en estos momentos. Porque ya sabemos, que desde que Don Corona se instaló entre nosotros, hace mucho de todo para casi todos.

El caso es que me pongo yo, feliz de la vida, a hacer la maleta y ¿qué me cuentas? ¿qué me llevo? ¿cómo solía vestirme yo antes de que mi vestuario se convirtiera en sport-casual? Para ser más clara: en chándales, tejanos y bambas. ¡Ah, no! calla. Sneakers que mola más.

¿Cómo salía yo a la calle en mi día a día? ¿era de llevar mucha falda? ¿sandalias de colores? ¿bolso a conjunto?

Me no recordar nada.

Una camiseta para cada día, una por si se ensucia, ésta que pega con el jean, esta para cuando…

Que he tenido que ir al trastero y abrir todas las cajas con zapatos para recordar que es lo que llevaba yo cuando llevaba tacón en verano. Apaga.

Que nos hemos puesto todas muy cómodas y el pie anda muy ancho desde hace no pocas lunas, para ahora de pronto meterlo en vereda.

¿De verdad yo solía llevar ésto?

El caso es que me he dado cuenta de mi desoriente estilístico actual en el momento que no daba yo pie con bola haciendo un conjuntico digno.

¿Y el neceser de viaje? Jabón y arrea. No, calla que habrá en el hotel. Desmaquillante, base, un pintalabios… ¿rímel? Uyss. Quita bicho. Que ya ni me acuerdo de cómo se aplica. En los labios brillo que total no se ve con la mascarilla. Medio neceser me ha sobrado.

A ver… que yo recuerdo que ponerte rímel era fácil… ¿o cómo era?

Bueno, bueno y otra historia ha sido reducir mi vida de la próxima semana en ese cubículo con cremallera. Acostumbrada a solo viajar en coche los últimos días (ejem, año) y teniendo el Seat Ibiza familiar un maletero, que puedes cargarte a una banda de narcos y meterlos todos ahí camino del lago más cercano…

¿Qué te dejas? ¿Qué te llevas?

Vale. Tranquila jones. Igual te estás poniendo un poco nerviosa.

Estaba yo dándole vueltas ayer a estas dudas #primermundistas cuando me dice el Sargento: “Oye, ¿nos darán de comer en el avión?”. Cada loco con su tema.

A ver, la suerte que tiene el sargento es que la genética le acompaña, porque el efectivamente come cada dos horas. Ósea 12 veces al día. No se le queda una pizquita de hambre por resolver.

Eso me lo aplico yo y ya no se me verían los ojos de la cara, hundidos en los mofletes que habría criado.

Total, que tuve que contactar con una amiga que es azafata de Vueling y me confirmo que “sí”, que “de pago” pero se come. Ya respira aliviado.

No obstante, se ha hecho un pequeño picnic personal: “No sea que a todo el mundo le de hambre en el avión y no llegue para todos los pasajeros”. Eah! Amárrame esos pavos.

Espero que sigan sirviendo botellitas de vino en el avión.

Pues eso, que estoy me que VUELO toda. Que hasta mariposillas tengo en el estómago.

Que me da a mi que fijo me dejo algo por poner en la maleta. Pues excusa tengo para el gasto y el aporte económico a otra comunidad.

Que no creo yo que mi pezuña quepa en las sandalias. Pues un número más. Porque para mí que, al igual que mi cuerpo, mi pie también ha echado carne.

Que menos mal que no nos pesan a las personas, porque a la vuelta yo pagaba extra seguro y por supuesto me tendrían que embarcar en bodega.

Ayss, compis, que esto despega. Y estoy atacaíta toda. Y eso que lleva Jones viajando por el mundo desde los diecisiete. Anteayer, concretamente.

Os dejo solas una semana, portaros bien, que espero traer muchas anécdotas que contaros.

Besos gordos de #JonesOnTravel.

La felicidad es Carlos Baute llevándote a dónde tú quieras…

¡Que raras somos, coño!

Hay días que te levantas feliz y no sabes ni porqué y otros que odias hasta la última mismísima hormiguita que pisa esta tierra y también, aparentemente, sin razón alguna.

Hoy fue uno de los primeros. A pesar de que fue sacar un pie del catre, empezar a bombear sangre con cierta racionalidad y dolerme todas las articulaciones. 

Y es que, de un tiempo a esta parte, mi cuerpo por la noche, cual cenicienta, a partir de las 12h ¡se convierte en plomo! Pesa lo que no quieras tú ni saber y girarme de un lado a otro requiere de concentración además de pericia para no perder el cojín que llevo entre las piernas para que no se toquen mis rodillas. Creo que a éste conjunto de cosas se le conoce como “edad” y creo que es para todo el mundo.

Toma ¡subidón de día! Y eso que me ha venido la regla! #LavidaySusmisterios

Pero da igual porque hoy era un buen día. Me tome dos cafés. Me fuí a clase de natación, me bebí piscina y media, pero está bien. Hice tres horas de deberes de francés, muy soporífero, pero oh, ¡là là! No pasa rien. Es que hay días que tu cerebro está en modo “FELICIDAD ACTIVADA” y así te pisen el callo tu sonríes.

Y luego están esos días. Esos que no te vienes arriba ni que sea el mismísimo Brad Pitt quien te despierte. Que te duele la vida, los huesos y hasta las venas y ese día lo llevas fatal. Que el mismo café de siempre hoy te parece más amargo y que no tienes ganas más que de mirarte concentradamente un pie las próximas dos horas. No te da la vida para sonreír a pesar de que no tienes dramas y no hay huevos de mover el culo para ser productiva.

Pues no me siento yo muy católica hoy…

Señoras pues no pasa ná. Que habrá que tener días de todo. Que es que esas famosas frases de Mr. Wonderful y otros seres afines que nos obligan a ser la pera en vinagre todos los días han hecho mucho daño y no son ciertas.

“Corre tras tus sueños”. Pues oye, que unos días sí y otros no te apetece ni atarte las bambas.

“Todo es posible en la vida”. Pues a ver, todo todo ¡no! Porque yo querría cantar opera y con las cuerdas vocales que me han tocado pues como mucho para hacer de coro y con más gente.

Y así un largo etcétera.

¡Venga! ¡Venga! Dale todo el día con lo de estar feliz #tóelrato

Yo de la única frase que me fio es de la mía (atención, poner aquí sonido de bombo y platillo de AUTOEGO): VOY AL LÍO.

Porque la mente es una jodida manipuladora. En el 90% de los casos no va a tu favor. Me tomo el café por las mañanas y ahí esta dando la matraca: ¿Para que estás estudiando esto? ¿Tu crees que esto tal o aquello cuál? ¿En serio crees que tú…?

A ver chata, ¿qué parte de ¡DÉ-JA-ME EN PAZ no has entendido?

Por eso ni días buenos, ni días malos. Ni frases de automotivación ni verdades a cascoporro. Que la vida es un mejunje que trae de todo y bien revuelto. Tú a lo tuyo.

Vamos al lío es la forma que tengo yo de decirle a mi mente: ¡Calla! Y señoras: me pongo en pie y voy a por todas. No matter si el día pinta rosa o si pintan bastos. Yo puedo. Quiero. Voy.

Está permitido tener días de todo, pero no nos podemos permitir perder nuestra ACTITUD, queridas.

Eso, never never in the life. Que la ACTITUD es Carlos Baute de chófer llevándonos cual Marta Sánchez cualquiera a donde nosotras deseemos.

Así que, mete quinta chato.

Besos preciosas y ¡ACTITUD, ACTITUD, ACTITUD!

09.04.21 ¿HOMBRE IBUPROFENO O PINAZA? MEJOR ¡UN DIOS HÍBRIDO!

Ya. Que si me he flipado. Pues no. Pero es que escucho a muchas de mis compañeras y amigas solteras, divorciadas o en situación de caza y veo claramente que lo que tenemos que hacer es fabricar una nueva especie de hombre, que sea:  el Dios Híbrido.

Porque lo que tenemos rodando por estos lares es, por una parte, el hombre ibuprofeno, que no te da ni un triste dolor de cabeza o el hombre-pinaza ¡todo el día encendiendo mecha! Y ni se puede vivir en un bálsamo continuado ni quemándote los tobillos en cada esquina.

Change.org: Solicitamos la creación de una nueva especie. El Dios Híbrido

¿Podríamos juntarlo todo, por favor? Un Dios Hibrido. Que primero te invite a cenar y luego te consuma viva. O al revés. Tampoco estamos por ponernos tiquismiquis.

Hablemos de los especímenes en cuestión.

El HOMBRE IBUPROFENO.

No solo no te da dolores de cabeza, sino que te los quita. Más majo que las pesetas (expresión que claramente denota mi edad). Te escucha, te adora y te cuida. Te hace sopa depurativa por las noches y un masaje en los pies si vienes rota.

Con un poco de suerte hasta es romántico, que, si no, ¡no pasa nada! Que también estamos las rancias que las flores y otros similares nos dan alergia. Eso sí a ver si puede venir con un poco de buen humor porque esta vida, y sobre todo right now, sin unas buenas risas puede ser un poco jodida.

Es que como tener un tronco grande, robusto, fuerte, generoso. Seguridad y apoyo.

Ahora ve y echa el tronco al fuego y verás cuanto tarda en arder o mejor aún, intenta encender una hoguera con él. No hay mechero ni lanzallamas que ponga en marcha eso a no ser que le eches tiempo, dedicación y dos botes de gas para ir rellenando.

Sí, tía. Es la sexta vez que salimos a cenar. Sí, sí, es muy majo…

El HOMBRE PINAZA.

Sí, ya me has entendido. Y si no te animo a que recojas un poco de pinaza y la eches al fuego. No te da la vista para ver cómo arde. Igual si eres rápida atinas a ver las chispas que ha disparado. O de nuevo, intenta encender la hoguera con la pinaza, lo flipas. Los ojos te hacen chiribitas de la velocidad con que la química se dispara.

Este hombre es pura química andante. Te mira y te derrite. Tu lo ves y no quieres ni cenar con él. De hecho, así de primeras igual ni mucha conversación necesitas.

Es como tener una bolsa de cohetes. Siempre que lanzas uno… ¡Boom! ¡hasta el cielo!

Vale. Te recojo las 9. Oye…¿que si quieres pasamos de cenar?

Volvamos a mis amigas.

Pues tengo a unas y a otras contándome sus historias sobre tíos-majo-ibuprofeno de los que se acaban cansando una vez las han paseado, llevado a cenar y abierto la puerta entre cuatro y seis veces. Hola ¿qué tal? Un poco de emoción, gracias.

Y las historias de los hombres-pinaza-hoguera tampoco sufren mejor suerte. Son como el chupinazo de los Sanfermines, que te anuncia una fiesta total pero que te va a durar ¿Cuánto? Lo que duran los fuegos artificiales en el cielo…Ohh ¡que bonito! ¡Cuantos colores! Desvanecimiento. Adiós. Hasta luego. Que eres mucho fuego para todos los días de la semana.

Y digo yo ¿un 50%-50%? ¿Un 60%-40% al gusto? Porque veo yo que ni unos ni otros tienen el pegamento para unir una relación.

¿Os imagináis un Clooney-Bardem? O un ¿Dani Rovira-Miguel Angel Silvestre? Lo dejo en abierto, ¿Cuál sería vuestro dueto ganador?

Llámadme rara, pero yo lo veo, lo veo…

Llamada a los científicos desde aquí: Genéticamente ¿podemos hacer algo? #AhíLoDejo

Buenas noches criaturas. Feliz fin de semana.

Y a soñar con Dioses Híbridos.