Los ricos también lloran. Si. Pero será en su casa viendo Love Story. O Titanic si son más jóvenes. Porque si bien es cierto que acabamos todos en el mismo sitio, hasta que nos llega ese momento, la vida no es lo mismo para unos y otros.

Hoy me pongo seria, porque estoy indignada. No es que esté en contra de los ricos ni en defensa de los más pobres ni en un intento de consolar a la extinguida clase media, es simplemente hablar de que es justo y de lo que no lo es.

Yo siempre digo que los ricos escogen que carrera quieren hacer. La clase media (esa que ya suena tan obsoleta como la palabra “contrato fijo”) a veces tiene opción a carrera y otras no, pero todos hacen la de Económicas para llegar a final de mes con una buena gestión de gastos.

La clase obrera no tiene carrera pero se podrían licenciar también no solo en económicas sino en empresariales y en matemáticas incluso porque nadie hace más números que ellos pero es que además todos hacen la carrera de psicología, porque vivir con el sueldo mínimo, pagar los gastos y llegar a fin de mes sin volverte loco, requiere psicología y de la buena. #esosiesgestióndelpatrimonioylodemástonterias

Y no lo digo porque cuando viajamos a Paris, hay quien ve los Campos Elíseos desde la ventana del hotel y cena un tremendo foie en un buen restaurante mientras otros tienen su camastro en Pensión la Soga y echan el finde a base de Quiches aquí y allá en un intento de parecer que “viajan”. No. Eso es un mal menor, porque viajar no es obligatorio y si no te llega, tan ricamente en tu casa. Por lo visto #elociohadejadodeserimportante.

Y no. No lo digo porque Mercadona este atestado a todas horas a pesar de que cada vez quitan más marcas y llega un momento que acabamos comiendo lo que ellos quieren y nos dejan en el lineal. Hay quien nunca pisa una tienda Delicatesen y los hay que no sabrán nunca su significado.
#ElSr.Mercadonasabeloquetegusta

Y no. No lo digo porque Hacienda te penalice por tener tres trabajos en
el último año en un momento coyuntural en el que la cultura del contrato temporal está a la orden del día.

Todo hijo de vecino dejándose la piel intentando currar todos los días del mundo mundial aunque sea por una miseria, para luego tener que devolver la mitad de los cuatro duros que has rascado. De modo incongruente e incomprensible a Marta Ferrusola, Hacienda le “devuelve”. Perdonar… Atropéllame camión porque no quiero saber la explicación. #alfinalresultaquetrabajarmenosesmejor #HaciendaNOsomostodos

Todo este momento reivindicativo viene porque el otro día el médico digestivo que me ha tratado de intolerancias varias (pobre e intolerante, what else? – que diría George Cloney) me recomendó pan de espelta. Tras buscarlo en varias panaderías de barrio, fui derivada a una panadería del centro. Así que aproveché el sábado por la mañana para acercarme a comprar el susodicho pan. #mañanascaperucitaenbuscadepan

Aquello no era una panadería era “el festival del pan”. Había cuarenta clases de pan en cuatro formatos cada uno de ellos. Cinco dependientas atendían al público en base al “su turno” que repartía la máquina. Tenía 20 números por delante y muchas ganas de salir huyendo porque no soporto las colas.

Mientras esperaba miré a mi alrededor, allí no había nadie con salario mínimo. Una niña de dos años me miraba desde su carro y empecé a jugar a hacer gañotas con ella. La ropa de aquella niña costaba más que mi salario de todo el mes y su sonrisa de felicidad no era la de tener que esperar un mes a que tu madre cobre para reponer tus zapatos gastados.

La señora de delante mío se gastó 50 € en pan y derivados, más o menos, la misma cantidad por la que en LIDL llenas el carro con la compra de la semana. #aunqueiralidlseapocomotivante #niDiosconocesusmarcas

Domingo soleado y yo con ganas de caminar y aprovechar esos rayitos de sol. Decidimos mi marido y yo caminar hasta el “mercadillo” de los domingos que está en la otra punta de la ciudad. Hacía miles de años que no iba así que me apetecía la excursión. Seis kilómetros más tarde y con bastante sol recibido, nos plantamos allí. Vagabundeamos sin rumbo y sin más compra que unas patatas fritas a modo de vermut.

Cuando una parada llama poderosamente mi atención. Está a rebosar de gente. Vamos, ni que estuviera Bisbal firmando autógrafos. Así que decido acercarme, ver que se cuece allí y acallar de paso mi alma cotilla. #mueroporsaberquesecueceenlaparada

Era una parada de fruta podrida. NO, no era una parada de fruta madura. Ni tampoco una parada de fruta de segunda. Las cebollas tenían unos agujeros más negros que el universo y los plátanos apenas mostraban motas amarillas. Las manzanas mochas venían con gusano fijo. Y los caquis daban absoluta repulsa. Impactada. Me retire unos metros de la parada para ver el vaivén del público. En su mayoría jubilados o gente sin recursos. Sentí una pena inmensa. #frutapodridaenserio?

No sé si los ricos también lloran, pero yo me hubiera echado a llorar en ese mismo momento. Ese espectáculo sí que me dio pena. No la Pantoja en su cárcel, ni la Esteban y sus lloreras, ni los abucheos a Pujol, ni los políticos pregonando mentiras. Aquella gente tenía pinta de haber trabajado mucho para estar viviendo tan mal sus días. Y no pude evitar la comparativa mental de esta gente versus la del día anterior en la Panadería-Festival-del-Pan.

Está claro que la vida nunca fue justa, pero ahora está más lejos que nunca de serlo. Eso es así. Y si todos los caminos llevan a Roma, hay sendas con flores y caminos de carro. Punto pelota.

#staycalm #volveranlasoscurasgolondrinas #peroqueseaprontoporfavor