Pues ya estoy de vuelta chic@s. Con una cruceritis que no se puede aguantar.
Cruceritis = Dícese del síndrome que sufres una vez te bajas de un maravilloso crucero donde pasas los días a golpe de Piña Colada, dándote a la vida contemplativa, respirando brisa marina a kilos y comiendo como si fueras Kiko Rivera embarazado.
Aysss. Suspiro. Unas vacaciones así le sientan bien a cualquiera.
Subir a un crucero es como entrar en la carroza de Cenicienta donde la magia dura siete días y eres la más bella del baile. De ahí que sea tan duro volver a tu maldita calabaza.
Entrar en el crucero y sentir una felicidad innata es todo uno. Ese momento no te lo amarga nada, ni siquiera perder la funda de una muela con la primera copa de vino, como en mi caso y además llegar sin el DNI, perdido a las primeras de cambio por esa Grecia recién pisada por servidora. Sin más.
Unas burbujas de cava que todo lo curan y lista.
Entras en tu camarote y te regocijas la vista con lo que va a ser tu “home sweet home” durante unos días, le haces tres fotos y acto seguido vacías la maleta y te instalas como si te fuera la vida en ello.
Y te dedicas a disfrutar. Eso de que cada vez que levantes la mano con tu tarjetita te caiga un cocktail debería estar penado. Y es el único momento de tu vida en que comes como está recomendado: Cada dos horas. Aquello es una digestión continua mientras te mecen las olas.
No obstante como crucerista hay algunas cosas que no concibo:
1) El famoso simulacro: Tienes que hacerlo obligatoriamente antes de que zarpe el barco. Ves a 3152 personas andar de un lado para otro con un chaleco armatoste y cara de “puede acabar ya este rollo que tengo pillada hamaca en la piscina”.
La gente aguanta el tirón como puede con cara de “me importa un carajo lo que me estas contando” y hay tropezones y leches para tirar el chaleco en el camarote y correr hacia el primer traguito piscinero.
2) La cena con el capitán: Antes de nada, ¿por qué no hay ningún capitán guapo? Ahora que ya he hecho unos cuantos cruceros puedo dar fe de que todos son modelo “osito”, a ver, desde el cariño, digámosle: achuchables pero lejos de tener algún atisbo de morbosidad.
¿Para qué quiere una tener una foto en el comedor de casa con un tipo al que no conoces de nada y con el que ni siguiera has hablado- intercambiado una palabra?
No lo entiendo. Eso sí, si alguien ve la foto, tú contestas tan digna: “Es de la cena con el capitán” y por lo visto eso lo arregla todo y todo el mundo lo entiende. Pues vale.
3) El cocktail presentación del personal: El Capitán, el segundo de abordo, el tercero de abordo… ¡Ostia!
¿Entonces quién está en cabina ahora
mismo a los mandos?
¿Estamos navegando con el piloto automático? ¿Conduce el grumete?
Entro en pánico y me viene toda la secuencia de imágenes de Titanic a la cabeza. ¡Venga! Menos coktail y todo el mundo a sus puestos.
4) El momento disfraz: Con lo fácil que es ser uno mismo allá donde se vaya.Pues no. Por la noche la gente se convierte en pasajeros mutantes que sufren una tremenda metamorfosis.
Las mujeres se engalanan con unos vestidos que ni en la última boda que asistieron iban tan recargadas, taconazos parte tobillos que ves claramente que se han comprado para la ocasión y que me hacen temer por su integridad física.
Con sonrisa Profident van recogiendo el chal que se les cae a cada rato del hombro mientras se ponen el clutch debajo del sobaco porque la gestión no da para más.
A su lado, un señor con el traje de la última boda de su hijo, que está claro que no está acostumbrado a llevar. Se mueve dentro de él como si la americana le picara y las hombreras se le fueran a caer, hace un gesto a cada cuanto que le hace parecer que tiene un tic.
Eso sí, paran en cada photocall, para hacerse la foto ñoña del momento, que luego se llevarán impresa para emborrachamiento viajero de familia y amigos. Para huir.
5) Las escalas: Yo, que creo que ya he dejado bien claro que soy un ANSIA VIVA, hago un retrotiming desde la llegada del barco a puerto, desayuno, ducha, despertador, con tal de ser la primera en bajar a tierra y exprimir la escala hasta su último momento. OLVIDAROS.
No importa cuán rápida seas, siempre hay una manada de japoneses que te tomaron la delantera.
¿Cómo lo hacen? ¿Se disfrazan de tripulación? A cambio y como venganza, subo la última. Detrás de mí, quitan la pasarela.
No obstante y fuera de estos cuatro sinsentidos, la estancia es maravillosa. El tiempo cuando lo estas pasando bien va a velocidades de órdago. Recuerdo el primer paseo por cubierta y de pronto ya estar haciendo la maleta de nuevo. Durísimo.
Acabo de llegar a mi casa hace escasas 48 horas y aún noto que se mueve el suelo, es el típico síntoma de que sufres cruceritis.
Y me asomo al balcón con la esperanza de ver ese mar inmenso y azul con el que me dormía cada noche…pero solo veo el atasco infinito en la rotonda enfrente de mi casa.
No hay piñas coladas, volvieron los cafés y los madrugones. La cama está sin hacer, tal y como la dejé esta mañana, no vino nadie detrás de mí a arreglar la habitación.
Esto es el fin. Quiero volver a subir a la carroza. Un año más hasta el nuevo baile.
Me regocijo en mi cruceritis, pero poco. Más que nada porque he de llamar al dentista, denunciar la pérdida del DNI, poner lavadoras…
Welcome back Cenicienta.
#quebuenaeslabuenavida #tarjetaarribapiñacoladaabajo #maryestrellassi #cafeymadrugonesno
Y para los que queráis ver éste crucero en foto, hoy en mi otro blog: Cuidatuimagen…
jajaja boníssssim! Això que expliques de la gent tant mudada em recorda una mica als hotels austríacs, la majoria ténen un petit spa amb una sauna ón a més ningú porta banyador (ni rès més), i a l´hora de sopar s´engalanen i es posen les faixes i els wonderbras.. i tu penses… si ja t´he vist en pilotes a la sauna! Bé… m´has fet entrar ganes d´agafar un dia un creuer! Els que hem crescut amb el Love Boat tots patim una mica de cruceritis endèmica… Welcome back Cenicienta!
Correcto Carme. Love Boat in the heart.
El que passa que a mi aquesta història de mudar.te quan els volen i tanta foto, no va amb mi. Però em sembla bé que hi hagi gent que ho gaudeixi. Lo meu és més aviat explotar les escales (bé i les pinyes colades també) 😉
Tienes toda la razón, que nos da el crucero? A mesa puesta, a cama hecha. Desconexión total. Lo bueno si breve. En nuestro caso en la cena de gala los había en zapatillas. Reservar el derecho de admisión por favor!
Hombre Amalia entre el smoking y las zapatillas hay un rango grande…
La verdad que gustazo acertar éste año con la compañía. Han sido una gozada de vacaciones.
¿Y tú? ¿Hacía dónde navegas éste año? Besazo guapa.
Hemos navegado ya. Mediterraneo clásico con nave nueva de Costa Cruceros Diadema. Solo barco. Muy buen barco y marinero como nos gusta, poder pasar tiempo en la proa .Fué una elección de última hora y nos han tratado muy bien.
El año pasado fueron 8 playas en las islas griegas, Creta, Mikonos, Santorini, Samos, Kos, Rodhas, Izmir(Turquia), pero Costa nos lo puso en un barco antiguo y nos quedó la cosita de que nos gustan los barcos nuevos.Os aseguro que fue un crucero genial, días de playa completos y mucho tiempo en los puertos.
Cuanta razón tienes! yo me subí hace dos años a un crucero y estoy deseando ir a otro, para mí lo mejor era despertar cada día en un lugar diferente. Una pasada! ya me dijeron que el que sube a uno repite!!
Un magnifico post!!
http://www.jordanacarrera.com
Cierto. Te tengo que decir que el tema cruceros crea adicción. Yo empecé hace 10 años y aún no me he cansado. me parece maravilloso viajar de noche y ver cada día un sitio diferente, es cómo muchos viajes en uno. ¿no crees? Gracias por pasarte por el blog. 🙂
Bienvenida otra vez guapa, besotes!!
Gracias Jenny! Besazo.