Efectivamente, va este escrito por todas esas mujeres, entre las que me incluyo, que por una razón u otra sufrimos de la molesta distensión abdominal.
Esa misma que es la responsable que un día tengamos un vientre más liso que Elle Macpherson y al día siguiente parezca que te has comido una sandia sin trocearla.
Injusto pero real.
Que quede claro desde ya:
No estamos gordas, estamos hinchadas.
Si estas gorda, puedes ponerte a dieta. No digo que sea fácil, hacer una dieta requiere de un rigor y una fuerza de voluntad dignas de monumento o calle dedicada.
Merece mi respeto y mi más sentida admiración porque resistirse a según qué comidas bien ricas o a heladitos de verano, es un interesante ejercicio de renuncia.
Si estas hinchada no puedes hacer nada. No importa que pierdas 10 kilos, tu vientre y todo su contenido sigue teniendo vida propia y toma sus decisiones sobre si va a pasar el día hacía fuera o hacía dentro.
Depende del día, del momento, de cómo respires, de lo que comiste, de lo que no comiste, las variables son muchas y difíciles de gestionar.
Están esas personas, como mi tía sin ir más lejos, que su constitución va a favor. Son lo que mi madre definiría como esas mujeres que “parece que llevan
las tripas en un cesto” porque es imposible que los 8 metros de
intestino estén debajo de ese vientre megaliso.
Verlas comer es una fiesta. Se comen tres platos calientes y cuando se levantan siguen pareciendo una tabla de planchar.
Me provoca preguntas extrañas.
¿A dónde ha ido a parar el chuletón que se ha metido entre pecho y espalda? ¿Posee una trituradora automática en su interior?
Y luego estamos las demás, las que comemos un guisante y nos levantamos de la mesa como un pez globo a punto de salir volando.
¿En serio? También me hace cuestionarme cosas como: ¿Se ha multiplicado el guisante? ¿Tengo un gremlin en mi interior que se expande cuando ve comida?
Sea como fuere, es harto incomodo.
Pero lo peor de no estar gorda, estar hinchada, es que es un fenómeno que no necesita de la digestión, que no se localiza solo a la hora de la comida. Puedes, simplemente, levantarte por la mañana como una modelo o como una barcaza.
Según los profesionales los motivos pueden ser varios:
Retención de líquidos:
Cierto, no es que retengamos líquidos, es que retenemos hasta la humedad ambiental.
Seríamos capaces de filtrar por los poros las gotas en los días de lluvia.
Yo hay días que creo que retengo lo mío y lo de mi prima.
No es que me sienta hinchada, es que soy una piscina andante.
Me siento encharcada, se me inundan hasta los ojos y se me ponen unos brazos como si fueran dos mangueras con las que regar el mundo.
Las piernas son dos botijos que escupen un chorrito de agua a cada uno de mis pasos y los tobillos se vuelven dignos de cualquier elefante de la sabana.
Lo genial es que las indicaciones médicas es que “bebas mucha agua”. ¿En serio? No diré que no tengan razón, pero el resultado es que por cada cuatro vasos de agua que te tomas, orinas uno. Solo hace falta una resta simple para darse cuenta que algo no cuadra.
Ingieres demasiado aire con la comida:
Vale. Va. Probemos, no perdemos nada. Ya me veis comiendo con la boquita de piñón para que no entre ni un suspiro. El guisante para dentro y cierro. Sorbito de sopa y cierro.
Debo parecer un pez haciendo burbujas.
Y lo de masticar un número determinado de veces, es más la voluntad que la realidad porque al bocado tres, te has olvidado. Si lo hicieras a rajatabla se te juntaría la comida con la cena.
A mí no me funciona.
Me levanto de la mesa como una bolita igualmente.
Mala digestión:
Posiblemente. La buena digestión debe ser la de mi tía está claro. Porque yo las tostadas del desayuno las alargo hasta el telediario de las tres.
Está claro que mi trituradora va a ralentí.
Nunca tengo hambre, a pesar de ello no pierdo ni un gramo.
A mi esnifar un donut me engorda y desear un pastel me pone un kilo de inmediato, imaginaros si además me los comiera.
Bebidas gaseosas:
¿No Coca-Cola? Adiós a la chispa de la vida. No a las bebidas gaseosas de ningún tipo.
La vida con agua debe ser más sana pero más aburrida, así que amenizarla con alguna copita de vino aquí y allí no creo que le haga un mal a nadie y menos a mi intestino.
Ahora me han puesto una dieta tristona que a mi colón le sienta bien pero a mi ánimo fatal. Y que va a ser difícil de seguir en verano, sobre todo estando en Almería, con pescadito fresco todos los días y tinto de verano como bebida oficial.
Prometo hacer lo que pueda ser buena y ocuparme de mi barriga, pero si no lo consigo simplemente me tumbaré panza arriba en la orilla y confundiré a Green Peace en modo ballena varada.
Mujeres del mundo ¡Ánimos!
¡No estamos gordas, solo hinchadas!
Jaja….. De los dos masajes que te debo uno será un drenaje linfático… Mano de Santo! Lo del vientre hinchado es un mal común aunque no por eso menos odioso… Ya verás como vuelvo yo… En Viena todas las bebidas tienen gas… Y para pedir una agua sin gas tienes que pedirlo expresamente… Ohne Köhlensaeure bitte! Y el camarero te mira como si estuvieras loca… Pero no estamos gordas, ésto es lo principal!
Andaaaa sólo hinchadas jaja! Pues me anima mucho, mejor aire que grasa según como se mire… XD
Yes, repite conmigo: Solo hinchadas. Silfides, pero desafortunadamente hinchadas! 🙂