El otro día vi un vídeo que corre por las redes en el que una muchacha se hacía fotos en 11 probadores diferentes y lucía con diferentes suertes, en unos mejor y en otros peor, dependiendo de factores varios, tales como la luz, el espacio o el color de la cortina.
Pensé cuan injusto es este tema. Si ya para la mayoría de las mortales enfrentarnos al espejo es un suplicio incluso en aquellos días en que te levantas ‘con el guapo subido’ pues imagínate aquellos días en que estas de bajón y estás a solas en ese cubículo ingrato con tus inseguridades.
Yo flipo con el diseñador de tiendas. Ese tipo que piensa en la decoración, disposición y esparcimiento del material y no le dedica ni una neurona a currarse un espacio amable donde desparramar nuestras carnes.
Más que nada porque las compras se hacen en el probador, así que si este va a favor, tenemos la mitad de la venta hecha y si va en contra, patitas para qué os quiero.
Una de las cosas que más nerviosa me pone de los probadores es ese punto porno que tienen todos. Atención: ¿Por qué la cortina de los probadores sólo cubre el 80% de la anchura de los mismos? ¿Qué hacemos con los laterales?
Todas hemos sufrido ese desgaste inhumano que es tratar de que la cortina cubra la entrada. Tirón a la derecha, tirón a la izquierda de una cortina que está demasiado alta hasta acabar con un esguince de hombro o resignada a enseñar la retaguardia a los transeúntes de la tienda.
¿Está la tienda intentando escatimar unos centímetros de ropa de cortina? ¿Han encogido? ¿Las ha colgado Gasol ? No. #puesentoncesnoloentiendo.
Las cortinas suelen ser feas de matar. Las hay de terciopelo negro y de una tela roja-granatosa modelo mantel de restaurante rural que no ayudan a glamourizar tu estancia, más que nada porque mientras tú te vas probando piezas aquello te hace de photocall.
En ocasiones son cortas y vas viendo las pezuñas de los inquilinos momentáneos, o tan largas que a modo de escoba han recogido tanta pelusa de la tienda como para hacerte un par de cojines. Digo yo, ¿es mucho pedir unas cortinas a ras de suelo en una tela blanca sin brillos? Señores, tomen nota. #muyagradecidas
Vale. Estoy de acuerdo de que el espacio es caro. Que hay que rentabilizar la tienda. Pero, ¡ostras! Hay algunos probadores tan enanos que recuerdan a duchas de gimnasio.
Cabes justa y entrando de culo y cuidado con los giros que se te sale el maletero hacía fuera. Allí no hay forma humana de tomar perspectiva para ver qué tal te quedan los jeans a no ser que estires la cortina en un intento de ganar espacio o invadas el probador de tu vecino de enfrente.
En un probador amplio te dan ganas de probarte una colección entera, en uno pequeño después de calzarte la primera prenda sólo piensas en huir, llegar a la calle y tomar aire, porque en ese cubículo, ¡te ahogas!
Y, por favor, señores…
¡NO ESCATIMEN EN PERCHAS!
Cómprenlas en Ikea si es necesario, que van a peso. Porque llegar a un probador con tu propio abrigo, bolso, fulard más toda la ropa que te quitas y las 5 prendas que te quieres probar… y que haya dos tristes perchas y ningún taburete, es simplemente… ¡un infierno!
Intentar ‘trabajar’ en esas condiciones requiere que la prenda te guste mucho o que el precio sea muy bajo. Si ni una ni otra se cumple: Sal del probador, entrega la ropa a la dependienta y pídele que te avise cuando ‘redecoren’ la zona con más criterio. #perchasqueremosperchas #ytaburetestambién.
Y por cierto señores, ¡hágase la luz ! Pero hágase una luz favorecedora y amable.
No a las luces hepatitis, que te dan un colorcillo macilento como si estuvieras enfermísima. No a las luces fluorescente que te hacen descubrir hasta pecas que desconocías tener. No a la luz mortecina más propia de restaurantes íntimos. Y no a la luz ‘bosque encantado’ que te hace parecer una ninfa y que tampoco es real. Una luz normal. En la que tú puedas ser tú al otro lado del espejo.
¡Bueno! Y hablando de espejos. Si pudiera pedir, me gustaría que en todos los probadores hubiera un espejo Blancanieves.
– Espejito, espejito, ¿Quién es la que mejor lleva los jeans boyfriend?
Y ese espejo amable, te contestaría
– Tú y solo tú”
Más que nada porque si llegara a contestarte “Alexa Chung” arremetes contra el susodicho taburete en mano aunque te cueste siete años de mala suerte.
Pero no, en los probadores tenemos los espejos crueles que te muestran ‘la verdad y sólo la verdad’. También los espejos psicópatas en que te ves multiplicada por cien y parece que te estén persiguiendo desde cada esquina del probador y los espejos inclinados – mis favoritos – que te restan 3 kilos del tirón y te afinan la silueta que es un gusto. El otro día di con uno de éstos y me llevé cinco prendas sin conocimiento alguno. ¡Cinco!
Y podría seguir y seguir. Las que el suelo es de terrazo y descalzarse es un crimen. Aquellas que tienen un ambientador que apesta y se queda enganchado a tu ropa…
Y a pesar de todo lo anterior ¡seguimos comprando! No hay obstáculos cuando el destino merece la pena…
¡Llevamos el shopping como ADN!!! #yeswecan
bueno… es bastante simple: yo he he decidido hace rato no probar nada nada en tiendas con probadores de mierd… tampoco comprar, claro… y no me estoy perdiendo de nada, quizás gaste un poco más pero la paso mejor 😉 saludos desde Argentina!
Y, ¿como lo haces? ¿le das a Internet? Hombre, no hay nada como comprar desde el sofá de tu casa, eso está claro. Besos desde España!! 😉
Yo compro lo que creo que me interesa y me lo pruebo en casa, y si algo no me interesa lo devuelvo, pero paso de los probadores, por todo lo que has comentado y por la pérdida de tiempo (que a veces hay unas colas que parece que nos regalaran la ropa, jji ji…)
Yo, muchas veces tiro de internet. Especialmente Zara que te llega a casa tan dignamente y si no te gusta lo devuelves en la tienda #dinoalascolasenlosprobadores