QUERIDAS MAJESTADES, AL TEMA…

Saludos a los tres, así en genérico. Que no estoy yo por la labor de hacer distinciones.

Tampoco tengo ya la boca para pedir tonterías. O sea que lo del vestido de Prada, el Chanel nº 5 para dormir con solo unas gotitas y tal… Nahh, déjate.

Si yo ya hace infinito que duermo con pijama de borreguito, que me pongo la colonia del partenaire alegándome a mí misma que debe ser casi unisex y me apaño con el Zara para los vestidos, total para los saraos que tengo últimamente…

Yo lo que os pido para este año es un poco menos de dispersión, un poco más de lucidez y una miajita de pasta y tal, porque igual estoy un poco #FernandoEstesa, pero a mí con estar bolinga (entiéndase feliz no pedo) y viajar el mundo me estaría.

Me estalla la cabeza de cuestionarme vi vida 24/7. Que esto de tener que trabajar hasta los taytantosmil y darte a la buena vida cuando lo que ya no está bueno es el cuerpo no me acaba de cuadrar.

Como lo de vamos a viajar ahora que somos jubiletas pero con la ilusión en Albuquerque y el reuma almorzando contigo cada mañana. Venga. Venga. A otro perro con ese hueso o a otra #nodispersa con ese puzle, que a mis las piezas no me encajan.

#24/7 #AllDayAllNight #VengaConElRumRum

Querido Melchor no me traigas, ya si eso, llévate. Llévate dispersión, que no consigo poner foco en nada en esta vida y el desenfoque (¡Vale! Y la presbicia en aumento) ME ESTA MATANDO. Que lo mío no es tener los huevos en varias cestas. Que yo lo que tengo es una mimbrería montada y solo un par de huevos para echar. Esto ¿Cómo se gestiona?

#¿DispersaYo? #AndaMiraUnaMosca

Querido Gaspar, tráeme lucidez. Tráeme camino, trame luz al final del tunel. Y llévate, sobre todo llévate oscuridad. Indecisión. Miedos. Dudas. Llévate “peros”, “y sis” porque así no se puede vivir tranquila, hombre. Lo que esté para mí, tráelo. Y lo que no lo esté, llévatelo. Pero ascuas, no. Marear la perdiz, no. Deshojar margaritas, no. A mi dame lo mío y ya veo yo como me organizo.

#YesVeoLaLuz #AyssQueMeDesnuco

Querido Baltasar, tráeme viajes. Viajes interiores y viajes por el mundo. Hazme crecer, hazme viajar. Hazme valorar. Yo quiero ir hacía dentro y hacía fuera. Darme cuenta de todo: de lo bueno, de lo regular y de lo buenísimo. De lo malo, no me traigas nada, que de eso ya se encarga la vida y no se libra nadie.

Innecesario decirlo Baltasar, pero que cuando pienses en lo del travelling y tal, piensa en traerme también un poquito de plata, money, pasta, llámalo como quieras. Que tal y como anda la economía y los sueldos para irte al caribe te has de hacer narco. Ahí lo dejo. Un apunte.

#MásRápidoThelmaMásRápido #¡QueNosVamos!

Lo del Botox ni os preocupéis, se lo tengo pedido a San Valentín, que a mí las rosas ni fu ni fa. Llega una al 14 de febrero un poco Mallorca y se impone la practicidad. Otra cosa es que os sobren un par de viales y digáis “pues los dejo”. Oye. Pues agradecida. Vaya de antemano.

Os diría aquello de ‘besos y abrazos’, pero me he vuelto muy siesa, así que Saludos Cordiales y andando. Ni que decir tiene que este año me he portado espectacular, así que ya vais quitando esa cara de WTF.

¡Ah! ¡Si! Os he dejado las botas de agua, es que en los stilettos no iba a caber todo.

¡Venga, enrollaros! ¡Que yo sé que moláis!

#¿Yesascaras? #YoNoSéQueTenéisQuePensarosTanto…

#YoNoSoyGente #YVosotrosTampoco  #PaFueraLaDispersión #PaDentroLaLucidez #NoPidoMás #BuenoSíUnPocodePasta #YViajes #ValeYaLoDejo.

THE LONG WAY TO THE WEEKEND…

No. Todos los días no son iguales. ¡Qué más querría yo! ¡Me pediría cinco viernes seguidos!

Los lunes son un rollo. Un rollo pollo. Tienes más sueño que cualquier otro día porque la siestaza del domingo te destruyó la noche hacia este ¿glorioso? día de inicio de semana. Y te levantaste con unas legañas como pelotas de rugby. Los bostezos son como huracanes. Y la cafetera es el mejor invento creado por los humanos hasta la fecha.

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Los lunes se permite que te venga la regla, que llueva, que la báscula te ponga un kilo de más, que se te estropee el móvil, que te olvides el tupper, total: es lunes y todo el mundo sabe que los lunes son un día de m.. una tortura.

Así que si algo fatídico-molesto tiene que pasar… ¡oh universo, que sea en lunes! Y así no jodemos otro día.


El martes es un día soso, soso. Como si fuera la pera en el frutero. Esa fruta que queda en medio de todo y que solo te comes si se han acabado los kiwis y los plátanos. Es un día que no respira alegría. Es un día que ninguneas. Aún está demasiado cerca del lunes como para que te traiga alegría y montada en él, el viernes queda todavía a años luz. Vamos, que pensar en los cubatas del fin de semana aún no es posible.

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Es el día para ir al dentista o al ginecólogo. A ver a tu suegra. A hacer la compra. Al zapatero a recoger tus botas con tapetas nuevas. Es el día de las citas aburridas y los recados cansinos.

Pero hay que pasarlo, si no… ¿Cómo llegas al miércoles, alma de cántaro?


Los miércoles ya son otra cosa. Las cosas buenas comienzan a mitad de semana. Ya no llueve y la regla se te está yendo. Has estrenado zapatos y vas a probar una clase nueva en el gym. Y luego unas cervezas con tu compañera de entreno o mejor unos vinos. El camarero está bueno. Y el día en el trabajo no te ha ido mal. Tienes menos sueño o será quizás que el Red Bull ha hecho efecto.

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La vida empieza a ser bella y los planes divertidos ya se vislumbran. Te sientes bien contigo misma y te vas a dormir con la satisfacción de que al despertar estarás en plena recta hacia el fin de semana.


El jueves ha muerto. Ahora existen los juernes. Esa palabra a medio camino entre el deber y el placer. Una forma como otra de alargar el fin de semana. Bravo.

¿A qué mediocre se le ocurrió que teníamos que trabajar cinco días y descansar dos? ¡Amárrame esas pavas! Nos revelamos.

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El jueves tiene ese punto de rebeldía. De afterwork. De cenas con amigas. De olor a weekend. De venga-que-llegamos. De lo peor ya ha pasado.  El jueves el reloj se para. Las copas se alargan. Las risas se crecen. Y tú lo das todo como si no hubiera un mañana.

Quitas las calles. Apagas los semáforos y te recoges muy muy tarde. Pero sí. Hay un mañana y se llama viernes.


Es viernes. Suena el despertador y dentro de tu cabeza resuena Ana Torroja recordándote la torrija de ayer y cantándote a todo trapo el ‘Hoy no me puedo levantar’. La matarías.  Te arrastras hasta la cocina y te metes dos litros de cafeína en vena. Se te cae el cerebro de la resaca.

Te sientas a almorzar y tostada en mano te quedas embobada mirándote un pie diez minutos como si aquello que te cuelga del tobillo fuera digno de un documental de la 2.

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Te vienen a la mente todos los chupitos que cerraron la cena y la boca seca te recuerda que fueron muchos. Pero no pasa nada. Es viernes. Y eso es una tabla de salvación para cualquier cosa que pueda pasarte. A horas del weekend aguantas lo que te echen. Venga ¡que lo tenemos!


SabaDomingo: No puedo desglosarlo. El finde es tan corto que a mí me parece un solo día. Un plis-plas. Un ya-está. Un visto-no visto.

Llego a casa: es viernes. Cierro los ojos, beso a mi marido: “Hola chato, estamos de finde”. Abro los ojos, beso a mi marido: “Que tengas buena semana”. Fin.

Y se viene el lunes again…

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#YoNoSoyGente #YvosotrosTampoco #Trabajar5díasDescansar2 #MenudoTimo

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DIVINOS RESTAURANTES

Yo creo que no hay nadie que no le guste salir a cenar fuera. Esa sensación de no tener que preparar la comida antes y fregar los platos después.

Ese relax que te permite que la cháchara y las risas afloren porque no estás pendiente de que no se te queme la carne o que si no te pones Fairy en mano no habrá huevos de arrancar la grasa. Te sientas, te sirven, cenas. Ya.

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Pero coincidiréis conmigo que no sólo la comida es lo que cuenta, está el lugar, la ubicación y el servicio.

Todo ello junto es lo que hace que tu experiencia sea más o menos placentera, independientemente de que el foie esté – o no – en su punto.

En mi ciudad los restaurantes en fin de semana, suelen tirar de ‘dos turnos’, que lo entiendo, hay que amortizar el local y el día de la semana, pero claro, para el Mediterráneo de a pie que es muy de cenar a las 22h, esto es una debacle. 

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El primer turno comienza a las 21h. en el mejor de los casos, en algunos a las 20.30h., que esto vendría siendo pedirnos que nos convirtamos en ingleses y en vez de cenar merendemos. Mal. Y además la cena está supeditada a la llegada de los siguientes comensales, con lo que el punto de ‘voy a relajarme y eso” queda un poco mermado.

Yo no lo cojo nunca. Pensar que tengo que salir de mi casa a las 20h para cenar, hace que se me pase el hambre. Yo necesito la nocturnidad, la oscuridad envolvente y el horario tardío. #damealevosiaynocturnidadsinonosalgo 5694655bien-hecho1

El turno dos arranca a las 23h. Como el amable restaurante da diez minutos de cortesía a tu futura mesa, aún ocupada, y ellos se toman diez más por el inexistente artículo 33 y tardan diez minutos más en limpiarte la mesa y acaba sumándole diez más para tomarte nota…date con un canto en los dientes si arrancas como cenicienta: a las 12h. #cuandoyaseteestancerrandolosojos

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Los jugos gástricos bailando por sevillanas, tú salivando más que un galgo tras ganar una carrera y añade ese punto de malhumor que da la desesperación hambruna y tienes una mezcla más explosiva que Lady gaga con Julio Iglesias. No te queda otra que aguantarte

¿Adónde vas a ir a esas horas con el estómago vacío, alma de cántaro?

En realidad, utilizar la palabra ‘restaurante’ últimamente es exagerar mucho muchísimo la realidad. Hoy en día se han convertido en centros de networking.

Las mesas están tan cerca que después de la segunda copa de vino, ya no recuerdas si tu comensal es el de enfrente o con el que te tocas el codo justo al lado. Sigues tu conversación y la de tres mesas más.

Es difícil compartir nada íntimo con tu partenaire por miedo a que te conteste el de la mesa ocho que te está mirando con ganas de dar su opinión.

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Y aquello se convierte en una orgía de amistad forzada, conversaciones cruzadas y miradas perdidas hacía los platos vecinos que, por alguna razón, siempre acaban gustándote más que los que tú has pedido, la conversación se vuelve imposible y el relax es relativo.

Momentos en que la distancia de un palmo más lo es todo, la privacidad un plus y lo de menos los chipirones rebozados.

Y luego está el servicio. Y aquí te encuentras de todo y sí, también influye en la experiencia. Empiezo por el que menos me gusta:

El ‘lanzaplatos’:

Tal y como sale de la cocina y sin perder velocidad, reducir o frenar en última instancia te lanza el plato a la mesa. Éste cae en plan aterriza-como-puedas y suerte tienes si la salsa no se estrella contra tu camisa con el impacto Esto lleva consigo una pérdida de glamour inmediata y te asalta la pregunta: ¿por qué estoy cenando aquí?

El ’prisas’:

Antes de que le hayas cantado lo que vas a pedir, ya se ha ido de la mesa, con lo cual el pedido siempre llega incompleto. Y cada cosa que quieres añadir es un suplicio. Te pasas la cena con la mano en alza intentando que te vea, pero su propia velocidad se lo impide.

El ‘sí-ahora’:

Es majo y de vocación servicial, pero olvidadizo. Cuando le pides cualquier cosa: hielo, ketchup, aceite, él contesta ‘sí-ahora’, pero nunca llega con lo que pediste, y para que no se enfríe el plato optas por comerlo no aderezado, sin aceite o pelín soso, mientras te repites en voz alta que ‘es mejor
para la salud’. Ja. Yo no soy gente, historias reales, mundo surrealista, divinos restaurantes b00

 

El ‘graciosillo’:

Por alguna razón muy desconocida cree que es tu amigo y se permite unas bromas que, si no es porque te mueres de hambre, y no quieres enlentecer el proceso, le pondrías pegamento en la boca. #peronosomosvengativos

El ‘extranjero en prácticas’:

Me tocó el otro día. Una chica rusa con nulo  escaso dominio del idioma. Seguramente será por ello que su tono era de kamarrada perdona-vidas con un toque intimidante.

En el fondo se la intuía maja, pero claro como tiene que ir a consultar cada palabra que no conoce, el proceso de la toma de pedido te da para iniciar una amistad de por vida. Atente a las consecuencias. Tú ya has pedido, otra cosa será lo que llegue a la mesa. #conhambretodovale

Pero lo que peor llevo de todo, es cuando estás en tus postres de segundo turno y empieza el friega-seca cubiertos. Un círculo infinito de cling-cling-cling-cling invade el aire a lo hilo musical.

Yo no soy gente, historias reales, mundo surrealista, divinos restaurantes b3300Me voy poniendo nerviosa y me van entrando unas ganas de sacarles los ojos a los camareros y cortarlos uno a uno con esos tenedores y cuchillos relucientes. Por eso nunca tomo café. Para no atentar contra su integridad física.

Y acabo pensando siempre lo mismo: seguro que esto en el restaurante que hay en la Torre Eiffel no pasa.

Así pues: Señor,dame pasta para ir a restaurantes buenos o quítame señorío.

Porque POBRE Y PRINCESA no funciona. Palabrita.

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AMORES QUE PASAN, PESAN, PISAN Y POSAN.

Mi compañera de trabajo nos ha dicho que hoy hace 36 años que se casó con su santo. Wowwwwww!!! Exclamación general en la oficina seguida de un silencio absoluto mientras estamos todos echando cuentas de su edad (será porqué en el fondo somos todos muy vieja-del-visillo-cotilla).

“Para estar borrachos y no hablar el mismo idioma, no nos ha ido tan mal. Fue un verano. En vacaciones…” añade ella y mientras mi mente ya vuela hacía aquellos amores que pasan, que pesan, que pisan y que posan.

Que pasan, pero quedan. Tenía 13 años cuando veraneaba de camping y me gustaba el chico de la parcela de enfrente. Miradas lánguidas desde su caravana a mi tienda de campaña cuando volvíamos de la piscina. Emoción cuando venía con la bici y derrapaba para llamar la atención.

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O cuando nos cruzábamos en el chiringuito mientras hacíamos cola para comprar un Frigurón, ese polo azul que sabía a cualquier cosa y que marcó mi adolescencia. Pasó el verano y pasó ese amor silencioso que aún pasa por mi mente a voluntad.Yo no soy gente, historias reals, mundo surrealista, Jones, Amores que pasan, amores que pesan, amores que pisan, amores que posan 300

Tenía 14 cuando estaba locamente enamorada de un tipo de mi ‘insti’ dos años mayor que yo. Porque eso molaba. Lo de que te gustara un tío mayor y tal.

Nos veíamos el rato conjunto en que todas las clases salíamos al ‘patio’ y también coincidíamos en la sala de fotocopias, porque los dos éramos mucho de pedir apuntes…y también pasó la FP dejando su poso de ese amor pasado que nunca pasó.

Tenía 15 cuando pasó lo que tenía que pasar, un tal Dani, alto, rubio y con ojos verdes pasó por mi vida sin que nada pasara, pero dejando pasado escrito. Quería salir conmigo. Ja. No estaba yo por esos menesteres, la verdad. Amores de verano que pasan, pero quedan.

Amores que pesan. Que pesan como una losa de cemento. Los que nos quitaron el sueño y casi la dignidad si nos descuidamos. Amores aprovechados, raros, rebeldes, cansinos, pesados.

Porque sí, todos tenemos alguno de esta clasificación en nuestra hoja de ruta. Recuerdo salir con un tal Cristian, frutero para más señas y con un hermano gemelo-gemelísimo con el que se intercambiaba la ropa y me confundía a cada rato. El muy pesado se empeñaba en hacer unas cervezas con los colegas antes de entrar a la discoteca a bailar la media hora de lentas de turno.

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Sonaba de fondo Black y su ‘Wonderful World’ y yo y mi vodka con naranja girábamos como patos en la pista con poca gracia y menos conocimiento, sin saber con cuál de los dos hermanos estaba. Me dejó a las tres semanas, asustado por el compromiso. Y me pesó. Y también me pisó porque bailaba de pena. Pero también pasó.

Pero luego llegan esos amores que pisan fuerte, amores hechos de cemento armado que no dejan rendija abierta a un posible desasosiego, exactamente lo contrario de loYo no soy gente, historias reals, mundo surrealista, Jones, Amores que pasan, amores que pesan, amores que pisan, amores que posan 48s que pisotean y dejan una huella que mejor no pisar nunca más.

Y es que en el amor no hay que dejarse pisar ni pisar a nadie sino pisar juntos sin pisotearse el terreno el uno al otro. Así que si os pisan y os pesa, dejar que pase y pasar a otra cosa.

Amores que posan, amores posados, amores a golpe de selfie y de posado robado. Esos sí que asustan porque…  ¿de verdad lo que posan les pasa? ¿O sólo posan para que no les pese lo que no les pasa?

Pisan fuerte por Instagram y posan fino en cualquier fiesta. Pero me da a mí que están por pasar de tanto posado y al final les debe hasta pesar ir pisando saraos aquí y allá.

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Y así, como diría mi abuela, ‘a lo tonto’ veinticinco años han ido pasando y yo junto a mi Santo que, aunque peso ha cogido a mí no me pesa, no me pisa nunca y siempre está dispuesto a un posado.

¿Y a vosotr@s? ¿Qué os pasa/pesa? ¿Os pisan? ¿Posáis?

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