Sí señor, soy fan total de ese noble arte español que es tapear. Sí, yo, que soy de estómago minúsculo y digestión difícil, que no puedo ni tan siquiera pegarme un menú de dos platos porque no me caben (no sufráis, no pierdo ni un gramo por esta escasez que estáis previendo).
Consecuentemente, cuando salgo a comer o cenar con alguien es más por la compañía y el pirriaque que no por un disfrute real de lo que en la mesa se sirve.
Me como dos calamares y una croqueta y ya me estoy dejando hueco para el postre (a compartir, of course).
Sí, soy barata de mantener. Yo por dos copitas de vino y tres olivas hago compañía y encima doy conversación. ¿Qué más se puede pedir? Por eso para mí las tapas son mi salvación. Las vivo como un Menú Degustación. Cojo una cosa de cada, pruebo variedad, me quedo satisfecha y mi estómago no se queja. Así que todos contentos.
El caso es conocerse para saber hasta dónde llegas. Ni que decir tiene que yo a los ‘Buffet Libre” ni me acerco. Sería el hazmerreír. Eso sí, sería el cliente más rentable. Entraría, me pondría un pescado y tres espárragos, y finito. Y luego a aburrirse como una ostra mientras el resto del personal se da el atracón.
Por eso, desde hace unos meses, mi marido y yo hemos empezado a crear nuestra propia “Ruta de la Tapa”. Sí, sí. Esto que está tan de moda en las ciudades en verano, pero personalizado.
En realidad, y para ser sincera, la idea, más que partir de nosotros, fue debida a una segmentación de la calidad en los bares. Me explico.
Por ejemplo: cuando estamos en Tarragona vamos a un bar donde hacen unas croquetas de echar la lagrimita, de ésas que no importa cuántas vienen en la tapa porque siempre te quedan ganas de más, de ésas que te dejan un regustillo tan bueno que no te lavarías los dientes en tres días.
Así que un día nos lanzamos y nos pedimos también unos calamares. Craso error. Aquello se estiraba más que el chicle de McGiver y sabía a lo mismo que chupar un lápiz: a nada. Estuve por llevármelos para usarlos como goma del pelo en el gimnasio. Descartados. Patatas bravas: Infumables. Descartadas. Veredicto: Bar homologado para tapeo única y exclusivamente de croquetas.
Nos vamos al chiringuito de al lado, que presume de hacer tapas. Vale, a un chillout en plena playa igual tampoco se le vaticina una cocina muy potente detrás. Pero nos gusta el riesgo.
Al tema: Tráiganos unos calamares (que aún están por homologar) y unas olivas partidas. Todo aquel que ha vivido los 90 sabe cómo son los calamares Pescanova. Hay que tener un par de coj… , mucha motivación para superar la capa de rebozado que lleva aquello para tener como premio de consolación la goma-diadema que va ahí dentro.
Me pego un trago largo de Martini, que siempre te da un rollo positivista y me lanzo a ellos.
Desánimo general. Ni un cinco.
Veredicto: Chill out con brisa marina homologado para el primer trago de la noche y sus olivitas, cacahuetes, patatas y cualquier otra tontá que venga envasada.
Y de ahí a una terracita que hay mirando el mar donde, os ahorro el peregrinaje, finalmente conseguimos homologar unos calamares de aquellos con saborcito a mar y unas almejas como castañuelas, mientras descartábamos un vermut regulero. Homologado como fin de trayecto ‘tapa’ para irte a casa con ese buen rollito calamarero.
Y así vamos repitiendo la ruta. Alteramos el orden según las ganas y el hambre, pero ese relax que te deja el saber que vas a acertar de lleno y que vas de tapita rica en tapita rica, eso no tiene precio. Bueno, sí lo tiene, pero lo pagas con gusto.
Y cada vez que llegamos a un sitio nuevo, ponemos en marcha la ‘Operación Tapa’ y nos echamos unas risas – y unos Martinis – en lo que homologamos la ruta.
Por cierto, homologando hace un par de semanas una ruta en Cambrils, vi un letrero que decía “Tapas al acto”, me entró el gusanillo del descubrimiento y motivada por ese mensaje que ya anunciaba que no habría espera, me lancé en barrena: ¡Era un zapatero!
Menos mal que a esas horas estaba cerrado y no pudo ver la frustración dibujada en mi cara.
Mi marido aún se ríe a carcajadas cuando lo recuerda. Me da igual.
Un pinchazo sin importancia.
Estaréis de acuerdo conmigo que como deporte del verano no tiene parangón: Gimcana de tapas. El gimnasio para el resto del año. ¡Qué ganas de vacaciones!
Y vosotros … ¿sois de tapas? ¿Tenéis rutas homologadas?
Yo soy de tapa, de pre-tapa, en temporada de verano en terracita, en temporada de invierno, etc., todo ello claro está bien regadito con un vinito, un martini o lo que se tercie (#mevatodo#, ja jja…)
Lo sé. Doy fé. Que res de tapa y tapeo independientemente de la fecha en el calendario. Con amigas asi da gusto. #tapeamoscuandoquieras