Me voy de vacaciones. Por fin. A mi pueblo. Bueno, como yo no tengo pueblo me he tenido que buscar uno (cómo decían los del anuncio de Aquarius). Bueno, sí que tengo pueblo, yo soy de Sabadell, pero yo lo considero una gran ciudad, así que no cuenta.
Yo en verano me voy a Carboneras, con su desierto, sus 40º que te caen en el mocho, sus cactus, su central térmica, la desaladora y con todo su encanto, que no es precisamente el paisajístico.
No es que haya nada particular en Carboneras, de hecho haber haber no hay nada. Por eso voy yo. Yo soy un ansia-viva, una devora-asfaltos, una trepa-monumentos, una visita-ciudades, y una turista-hasta-el-último-rincón-del-mapa. Pero me conozco y esa es la parte buena. Yo sé que si me dejan en un sitio donde haya algo que ver, por mínimo que sea, me lanzo en barrena a por ello como si de una gincana se tratara.
Por eso me voy a Carboneras. No hay nada que ver, investigar o fotografiar, así que me puedo dar al relax o lo más similar a ello (que yo no soy de bajar pulsaciones fácilmente). Todo el día en shorts y chancletas, caminando arriba y abajo del pueblo comiendo polos de horchata.
Allí está mi querida Playa de los Muertos, no tengo palabras para describirla, es todo paz, de hecho bajo allí y me estoy horas y horas leyendo la prensa y tomando tinto de verano pero hasta llegar a ese remanso de paz…
…me levanto en mi hotelito y desayuno. Mi kiwi que no falte, el café para despertarme, la piña que es diurética y un zumo de naranja para tener vitaminas y entonces ya estoy lista para empezar la jornada.
Voy a la tienda de comida preparada y veo que han hecho para ese
día: macarrones o ensalada de pasta, que vendría siendo lo mismo o casi, le digo a la señora que me corte melón y sandía a tacos y me lo ponga en un
tupper. Me dice que no le queda melón pero que la chica rusa que trabaja con ella ha ido a buscarlo y ahora lo trae.
Aprovecha y, mientras me corta la sandía, me cuenta cómo está el verano, que ella se va de vacaciones en noviembre, que su madre está mejor del hombro… y llega la rusa con mi melón. Bueno, su melón. Me da servilletas, platos, tenedores y de regalo un trozo de tarta de manzana.
Hago un hatillo con todo ello y busco a mi marido que ha ido a buscar la prensa del día.
“No les quedan diarios en la librería del pueblo, podríamos ir a la librería de Aguamarga”- me dice mi marido. Le recuerdo que hay una librería nueva de este año en la calle peatonal y vamos los dos caminando. ¡Dios! ¡Tienen hasta La Vanguardia! Nos venimos arriba y arrasamos. La Vanguardia, pasatiempos, la Cuore y la Elle caen del tirón. Y de paso caminamos un kilómetro y nos regalamos un polo de horchata.
Dejamos la prensa en el coche y vamos al Aldi de turno. Compramos Coca-Colas, Aquarius, agua y tinto de verano (a mí el tinto de verano solo me sabe bien en Carboneras), unas olivas para picar, unas patatas y unas galletas por si nos quedamos a merendar.
Aguantamos la cola de turistas que hay para pagar la compra sin percatarnos que nos olvidamos del hielo. Y caminamos otro kilometro hasta el coche.
A estas alturas el sol ya castiga sin piedad y cómo quien no quiere la cosa llevamos ya caminados un par de kilómetros, así que nos sentamos a bebernos un Aquarius y entonces…Oh! ¡El hielo!
De pronto recuerdo que en la carnicería que hay a la salida venden hielo, así que vamos p’allá. Entro y hace todo una pinta buenísima así que compro unos taquitos de queso y un poco de jamón, además del hielo, y salgo pies en polvorosa.
Yo no sé ni como pero se han hecho las 12 y ahora lo que cae responde al nombre de “fuego incendiario”, así que me pongo mi megapamelón súper glamuroso y creo que ya lo tengo todo para la jornada playera.

Aparcamos. Cogemos los dos parasoles (sí dos, mira cada uno el suyo, porque uno solo es un rollo y al final hay ostias para coger algo de sombra), las dos hamacas (sí dos, cada uno la suya, porque luego el que se sienta primero parece que se ha quedado pegado), la nevera que pesa 35 kilos porque he conseguido meter a presión todo el hielo además de una lata de olivas.
Además de: el hatillo con la comida preparada, el tentempié que he comprado en el súper, la bolsita con el jamón y queso, la bolsa con la prensa y revistas además de mi bolso de playa. Ese bolso que contiene: la toalla, dos bikinis más (no soporto tomar el sol con el bikini mojado), las gafas de sol, el neceser con las cremas, un cepillo, el protector de pelo, otro gorro por si acaso, una muda por si se me moja la ropa…
Y así ligerita como si nada, me queda una hora de camino acantilado abajo, con suerte no me suelo caer más de 1-2 veces cada año (vendría siendo lo standard), eso sí traspiés das unos cuantos y cuando te caes el morrazo no tiene nombre, porqué ¿con que mano te frenas? Con ninguna, porque vas cargada hasta los dientes.

La sudada es inhumana, para cuando vislumbras la playa, el hombro se te ha caído a trozos, el hielo que chorrea de la nevera te ha mojado los dos pies, el queso se ha fundido y tú quieres llorar amargamente.
Pero entonces: Llegas. Lo tiras todo y te vas al agua. Ese agua maravillosa, azul, cristalina, limpia, refrescante, purificadora y cuando sales eres literalmente: La Reina del Mambo.
Clavas los dos parasoles en un santiamén como si tuvieras súper poderes, anclas las hamacas, coges un tinto de verano y te lo bebes del tirón y la felicidad vuelve a existir y tu sonríes como una lela mientras el agua resbala por tu cara y por tu mente cruza no volver nunca a tu lugar de origen porque la vida es más bella aquí.
De vacaciones, pues. A Carboneras por décimo año. Al pueblo. A mi pueblo. P’allá que voy.
#mevanahacerhijaadoptiva #sisudaslaplayasedisfrutamas #elquesofundidotambienestabueno

Yonosoygente se va de vacaciones.
Pero os espero a todos el lunes 24 Agosto que… ¡¡estaremos de vuelta!!
¡FELIZ VERANO! ¡A DESCANSAR CUERPO Y MENTE!
