A dos días para coger las ansiadas santas vacaciones de Pascua. Esos días a medio camino entre el descanso Navideño y el deseado verano que nos hacen de colchón para no llegar desquiciados a Agosto.
A Dios gracias que se han acabado las mañanas oscuras y las tardes de castañeo de dientes. A tomar por saco el abrigo y bienvenidas las sandalias. Porque si algo tiene Semana Santa es que tu mente se sitúa en el hemisferio cálido del cerebro y así estemos a 3 grados para ti ya es verano y no contemplas otra vestimenta que no sean los tirantes y las bermudas.
En Semana santa “hay que salir” si o si, aunque sea al pueblo de tu madre o a hacer una excursión a la playa más cercana porque quedarse en casa está mal visto y si lo haces eres calificado de “raro” en el mejor de los casos.
Yo en estos días me estreso intentando desestresarme y me consta que le pasa a más gente. Porque en verdad son cuatro días, poco más que un puente, pero en ese intervalo de tiempo tengo que salir, tomar el sol, ponerme morena, reir, cantar, ver a la familia, salir a pasear, sentarme en una terracita, tomarme un vermouth, sonreir, poner los pies en el agua, plantar geranios, ir de shopping veraniego, cargar pilas…FLIPAR.
Es un momento parecido a Nochevieja en el que hay, si o si, que pasárselo bien. La gente está como enajenada, se rie muy alto, va muy deprisa a los sitios, toma copas como si al mundo le quedaran dos días, compra lo que necesita y lo que no, está sobreexcitada porque sabe que en la mayoría de casos no va a haber otro respirito hasta Agosto.
En mi caso, siempre que me es posible, aprovecho estos cuatro días para poner el pie en la playa.
Yo que adoro el mar vivo ese momento como cuando se aterrizó en la luna.
Llego a la orilla y planto toalla, dejo mis huellas en el suelo y rezo un “Houston, Houston, llegada correcta a destino. Me dispongo a acercarme al agua, informaré sobre temperatura”. Y me convierto de forma inmediata en La Sirenita.
En Semana Santa el agua está para que se te caigan las piernas a trozos como intentes entrar. Metes el dedo meñique del pie y sabes que en ese momento lo mejor que podrías hacer es meter una botella de cava porque esa agua no está fría: son cubitos directamente.
Pero a ti, bueno no a ti, a tu nuevo “tu” que está de vacaciones le da igual.
Y le echas las pelotas que no has tenido en todo el año para decirle a tu jefe que te suba el sueldo intentando entrar en ese congelador azul y con olas.
Y lo consigues.
Y te duelen hasta las pestañas de frio mientras sales sonriendo y gritando a los cuatro vientos:
“Pues no está tan fría”. Mentir debería estar penado.
Y te sientas en tu toalla tiritando de frio pero sonriente, como el héroe victorioso que eres, sobreviviendo a la hazaña que acabas de realizar y te dispones a entrar en el maravilloso mundo del bronceador.
Ponerse bronceador es un rollazo, una faena pesadita en pleno relax, un estropeamomentos.
En mi caso, cuando Dios cuando repartia melanina, yo estaba en la cola de pillar “lengua”, así que me lanzaron a la tierra descolorida pero con una verborrea que apabulla; que se le va a hacer no se puede tener todo.
Así que me tengo que poner pantalla total en la cara, cuello y cercanías para evitar pecas, rojeces y manchas varias que llevan todo el invierno pugnando por salir y que ven en el descuido estivalero su gran oportunidad.
Pantalla ultra-mega-super total en los labios porque literalmente, se me achicharran. Al primer descuido se me quedan rustidos. Y remato con protección 50 para el resto del cuerpo para evitar el riesgo de acabar como Sebastian, el cangrejo de Walt Disney.
La operación “prevención solar” tiene su desgaste, sobre todo, porque para cuando has acabado ya estas sudando como un pollo y quieres volver al agua. Me rio yo de lo de water ressistance, a la tercera ola has perdido el
bronceador hasta de las uñas y vuelves a estar indefensamente expuesta al Dios Sol. Y vuelta a empezar.
Tu marido a la segunda vuelta pasa de ti y tu misma te empiezas a cuestionar si no sería mejor refrescarte en la ducha con menos parafernalia. Yo remato el tema con un pamelón que riete tu de Ascott, tiene un diámetro de sombra que me tapa hasta los pies.
Por supuesto, después del baño helado, te apetece un vermut. Así que te das literalmente de ostias para pillar mesa en las recién abiertas terracitas. Allí donde cae un rayito de sol, hay un humano recogiéndolo:
El invierno ha sido frio y largo y hay ganas de vitamina.
Así que a la que alguien hace un mínimo movimiento sospechoso de abandonar su mesa, allí estas tu merodeando con cara de “yo soy el próximo”.
Y por fin lo consigues, y te pides tu vermutito y unas chips.
El sablazo no tiene nombre.
Miras y remiras las patatas en el plato a ver si son langostinos encubiertos porque no puede ser que la cuenta suba lo que indica el ticket a no ser que te puedas llevar el vaso y el plato. Te relajas, porque si en algún momento está permitido el sablazo ibérico, es en vacaciones.
Y luego tu paellita, con su arroz requemao y todo.
Y ¡Por Dios! esa gloriosa-ansiada-casi-olvidada: SIESTA. Eso que parece de obligado consumo en nuestro país, pero que a la hora de la verdad, no haces más que los domingos con un poco de suerte.
Y te abandonas en los brazos de Morfeo porque para algo son vacaciones, ¡santas vacaciones!
Y ya por la tarde, el paseíto con su heladito de dos bolas. ¿Qué no apetece helado porque en realidad no hace tanto calor? Claro. ¿Qué tú te lo pides igual? Pues sí. ¿Qué estas a punto de perder hasta los dientes implantados nada más chupar la primera bola? Pues no pasa nada.
Hemos quedado que el subconsciente tiene claro que es verano y pide lo propio del ídem.
Vamos, que lo importante es tener la sensación de que estas cargando pilas, que estas fuera de todo horario, de que esos días puedes comer y beber lo que quieras fuera de dietas absurdas…
En fin chic@s que hagáis lo que hagáis este maxi puente ó mini vacaciones, portaros bien mal, forraros a Martini, salir hasta retirar las calles, bañaros aunque perdáis el conocimiento, tomar el sol como si cada rayo fuera dedicado para vosotros, comprar caprichos y sobre todo sonreir y ser felices.
Nos vemos a la vuelta. Happy Easter.
#yomebañoaunqueelaguaestehelada #quieropillarmesaenlasterracitas #santasvacacionesquenecesitaba
Benditas vacaciones! yo siempre las empiezo con una lista enorme de cosas por hacer, que sé que son imposibles de realizar en una semana! pero bueno, la siesta, los pies en el agua y el vermut son casi una obligación! jajaja! Felices minivacaciones guapa!
Pantu a mi no me engañas!!! Que las vacaciones se estrenan mañana y ya te he visto con los pies en el agua #muyansiaviva
Es verdad, a juzgar por como estaba todo el mundo en la playa, sin mucho sol, con tiempo fresquito…. Pero todos ahí! Yo, que no he hecho mucho, he hecho la intentona de sacar algo de ropa de verano y planear ya el cambio de armario…. Pero todavía es pronto!
Que conste que yo al final no he conseguido meterme en el agua. Eso si me estire en la playa con mi biquini pelandome de frio. ¿y que? #lucirmorenoeslomas