La crisis de los 40 es un canelo nenas, un mito, una leyenda urbana así que no os preocupéis. La realidad es que el paso de los 39 a los 40 se hace con una dignidad tremenda. Una no pasa de un día a otro a caer en el pozo profundo de la ansiedad y la desesperación de ir sumando años.
Te levantas al día siguiente de tu cumple y te ves exactamente igual que cuando tenías 39 años y 364 días.
Ése es el problema: es una crisis traicionera, vengativa, que se sirve fría y por sorpresa. Que te pilla cuando menos te lo esperas, cuando ya no pensabas en ella, cuando en realidad creías que a ti te había pasado de largo.
Pues no. Malas noticias. Vuelve a por ti cuando ya te veías saliendo airosa del tema. A mí me paso así. Después de lucir unos maravillosos 40, y unas cuantos más de forma sana y jovial, de pronto un día me caí desde el quinto con todo el equipo.
No consigo recordar qué día ni ligado a qué exactamente, pero me levanté por la mañana, me miré en el espejo y me di cuenta que era una señorona con toda la barba.
Ya no tengo canas, tengo canacas con vida propia, que no consigo aplastar ni con el peine más amenazante, se han multiplicado como los gremlings con el agua y se han juntado en manojos formando mechones insolentes que ya no se conforman con unas mechas rubias de visita. Estoy a un paso del tinte.
El cutis se apagó como cuando apagas la luz por la noche antes de dormir. Esa oscuridad grande, negra y dolorosa que le resta arrojo a tus mejillas y apaga tu piel sin remedio alguno. La ley de la gravedad hizo presencia con toda la artillería pesada y no mantienes los pómulos arriba ni apuntalándolos.
Decir que tienes patas de gallo es ser muy benévola, lo que tienes ahí es toda una GRANJA con sus patas, sus patos y sus surcos enmarcando ese ojo avizor. Eso si no has desarrollado las famosas y antiestéticas bolsas que ríete tú de la bolsa grande del Mercadona.
Los brazos se abuelizan. Son los primeros perjudicados.
Las alas de murciélago flácidas se desarrollan a tal velocidad que piensas que en par de semanas más podrás salir a volar por la noche y codearte con Drácula.
De pronto, te estás desmaquillando una noche y encuentras ¡un pelo en tu barba! Y entonces te das cuenta que aquello no tiene vuelta atrás y sólo puede ir a más. Y te coge la famosa crisis de los 40 en la cual no habías pensado nunca más.
¿Ahora? ¿Años después? Pues sí.
Y se apodera de ti el pánico pensando en que te van a crecer las orejas, caerse las comisuras de los labios y seguir echando arrugas a ritmo progresivo.
Así de golpe. Una lo ve todo. Como si se te cayera una venda. Como si mientras dormías esa noche la madurez hubiera campado a sus anchas por tu cuerpo. Eras feliz hasta ayer con tu aspecto pero de pronto hoy ya eres otra persona.
Esto hay que asumirlo. No queda otra. Aquí hay que tirar de subidón de ego a toda costa.
Pasearse por las pocas obras que quedan para ver si rascas algún piropo.
Enseñar hombro en el metro para ver si se fija en ti algún chino despistado mapa en mano.
Lucir cacha en el gimnasio a ver si el compañero de abdominales te echa una mirada furtiva.
Todo cuenta. Todo suma. Tienes que sentir que aún eres atractiva.
Yo hay veces que le pregunto a mi marido:
- ¿Si no fuera tu mujer te gustaría?
- ¿Si me vieras en una discoteca me tirarías los trastos?
Me mira aturdido y me dice que sí. Seguro que piensa que estoy loca pero debe pensar “No sé de qué va todo esto, pero yo por si acaso afirmo”.
Esto al principio puede parecer un túnel sin luz al final. Una caída por el precipicio. Un desarmamiento. Pero cuando lo superas, ayss, amiga cuando lo superas…
¡Eres la Reina del Mambo!
Quizás ya no posees una belleza increíble pero tienes una personalidad atractiva.
Llevas tacones más bajos pero pisas más fuerte.
No es que la vida te sonría…es que tú te ríes de ella.
No necesitas caerle bien a todo el mundo, se autoseleccionan.
Tienes arrugas y seguridad a partes iguales.
Te da igual lo que digan o piensen de ti, porque como en esta vida no le puedes gustar a todo el mundo, decides gustarte a ti misma.
Tomas decisiones sin despeinarte.
Haces lo que te apetece en cada momento sin dar explicaciones a nadie.
Caiga quien caiga. Guste a quien guste. Le pese a quien le pese.
Simplemente ERES.
Nunca he sido más yo misma que ahora. Ni más feliz. Ni más satisfecha. Ni más segura.
Así que va por vosotras mujeres del mundo, a las que estéis en PRE – DURANTE – POST crisis sólo deciros:
Agarraros nenas, porque ahora, ahora de verdad…
¡EMPIEZA LO MEJOR!
Hoy tenéis post en mi otro blog: Cuidatuimagen
jajaja…. yo aún no he tenido ni la crisis de los 40 ni la de los 50… me veo a venir que me voy a pegar una hostia de libro….. Quizá llegue el momento de acortar mis tacones pero de momento no lo veo….. Es bien verdad que las letras de cerca cada vez las veo menos… pero a los/las gilipollas los veo a venir de lejos…. Hija yo de momento sólo le veo ventajas a la cosa de la edad…… El momento derrumbe, si llega…. procuraré que no se note!
¡Muy bueno!. A mí la crisis me la provoca mi madre que es la que se encarga de cantarme todos los defectos que ya tenía de serie y que con los años se han ido agravando jajajajaja.
Confieso que daría medio brazo por tener la cara lozana de antaño pero el “pasotismo” que te dan los años…¡eso es gloria bendita!. Encantada de ser una #señorasquellevamosañoscumpliendo35años
Esa sería la gran combinación: el morro que tienes los 40 con las mejillas sonrosadas de los 25. Pero no se puede tener todo a la vez. Snifffffffffffffffffff