Pues sí, por fin ya está aquí la tan esperada primavera y con ella la maldita famosa operación biquini. A mí me gustaría saber que espabilad@ se inventó esta historia de la “puesta a punto” prevacacional que obviamente no es más que otro recurso más de Marketing para un aumento de ventas.

Empieza el acoso, revistas mediante, en las que parece que no llegar como Claudia Schiffer al verano está penado de muerte. En la portada de Marzo te anuncian el “no esperes”, en Abril “luce abdominales este verano”, Mayo es por excelencia el mes del “culo perfecto” y junio por si no te habías enterado en la portada luce un “aún no es tarde”.

Ni que decir tiene que los anuncios de anticelulíticos y vientre plano bombardean los medios de comunicación mezclándose con los de bronceadores. A nadie le importan ya los anuncios sobre seguros o las ultimas novedades de IKEA. Hay prioridades y entre ellas está que tus muslos tersos y bronceados se paseen por la costa de turno.

Sea como fuere, no hay ni un verano que no vaya tarde y aunque me resisto a entrar en este juego de la perfección estival (esta visto que el resto del año no importa que seas una piltrafa humana), es cierto que cuando llega Semana Santa y al despojarme de la ropa veo ese blancor deslumbrante que hace resaltar mis estrías y hoyitos celulíticos, me pongo al tema #comosinohubieraunmañana.

Para aquellas que hayais decidido lanzaros a la maravillosa experiencia de la puesta a punto prevacacional, comparto con vosotras lo que estoy haciendo al respecto, por si os es de ayuda y abierta quedo a todas aquellas sugerencias que queráis aportar en pro de partir cuellos este verano a nuestro paso por las playas.

Me levanto por la mañana y caliento un vaso de agua en el microondas y le añado
medio limón exprimido. ¿Para qué? Y yo que sé. La Preysler pregona a los cuatro vientos que es su secreto de belleza y hay que ver como esta la tipa. Vaaaale, sé que estáis pensando que las 23 operaciones estéticas y la barra libre de botox también tienen algo que ver.

Pero hay que coger de la metodología lo que nuestra economía pueda soportar y el agua y el limón salen muy baratitos, así que ¿Por qué no probarlo? Hace una semana que lo hago, de momento sin ningún resultado maravilloso-espectacular, pero ¡al tiempo!

Me he pasado al pan de espelta, dicen que es más digestivo y light. Doy fe de ello. Pero por una razón obvia, a ese pan le han quitado la miga. ¿Y que es un pan sin miga? Pues un bocadillo sin gracia.

Desde luego ligero lo es, a la hora de habértelo comido tienes un hambre que te subes por las paredes cual lagartija de Menorca y más vale que te traigas un tentempié de media mañana si no quieres acabar mordiéndole la mano a tu compañero de trabajo.

Cómo además soy intolerante a unas cuantas cosas la enfermera endocrina me ha puesto una dieta en la que solo ha quedado judías verdes, acelgas, espinacas, espárragos, carne, pescado y kiwi y platano.

Hombre ha reducido mucho el tiempo medio de mi visita a Mercadona y la toma de decisiones del tipo “¿Qué me hago hoy para comer?”, pero me ha dejado una vida alimentariamente aburrida hasta decir basta.

Se lo comente a mi madre, ya que almuerzo en su casa muchos días, y ¡no veas! Es que por allí no asoma ni un platito de arroz, ni unos spaguettis. Desconocía esta vena germánica de mi madre que hace que no se salga de las normas ni un día. ¡No pillo una galleta ni por asomo!.

Luego me voy al gym a darlo todo. Lo mismo me da zumbar que tonificar que fibrar que quemar, yo llego allí y me vacio como si fuera la razón de mi existencia. Aguanto hasta que me deshidrato y luego me tomo mi agua de coco.

Agua de coco es mi nuevo descubrimiento, fresquita y azucarada ideal para después de hacer ejercicio. No lo digo yo, lo dice Madonna. Y alguien que se mete 8 horas de ejercicio entre pecho y espalda a diario tiene que saber de que esta hablando.

Y además es mi ídolo, aunque cada vez parezca más un hombre que una mujer, la adoro y me sigue pareciendo la reina del mambo, la que corta el bacalao, la que lleva los pantalones, la que parte y reparte o dicho de otra forma: la puta ama.

A ver quien pasado los 50 se levanta con su celeridad de un porrascazo digno de partirte la crisma en los últimos Brit Awards.

La cena es triste. Sopas y caldos. Llego a casa y sin interés alguno vuelco la mitad de un bote de sopa de espárragos con sus tropezones en un bol y lo pongo en el único elemento utilizado en mi cocina: el microondas.

Después de unos cuantos días con el mismo menú ya ni te apetece comer. Es más el otro día llegué a casa, puse el bol a calentar y me olvide de él por completo. Cómo resultado: la sopa estrellada contra todas las paredes del microondas y los trozos de esparrago pidiendo clemencia mientras colgaban del techo. Suerte que me quedaba la otra mitad del bote.

Y si, como en mi caso, la entrada en la cama se demora hasta tarde, me tomo con nocturnidad y alevosía una infusión de cola de caballo como tentempié y dos galletitas sin-gluten, sin-lactosa y yo diría que hasta sin-galleta porque aquello, encima de no saber a nada, llega al estomago y no te devuelve sensación alguna de saciedad.

Resultados: Hasta la fecha he perdido cero gramos, toda la alegría y el color sonrosado que tenía mi cara.

Pero no he perdido la motivación y la fe. Así que yo sigo… ¡ya os contaré!

#laoperaciónbiquiniesuncamelo  #llegaraveranoperfectaesunautopia #esteañoloconsigo